Esta crónica va de caminos, de carreteras y, sobre todo, de los primeros autobuses de largo recorrido que iban de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, dando tumbos por aquí y por allá. Le invito a que me acompañe en este apasionante viaje en autobús.
A finales del siglo XIX el transporte público de personas por carretera estaba dominado por la diligencia para los más pudientes y por tartana para los demás. Pero este dominio pronto iba a llegar a su fin por el uso del ferrocarril, que ya corría por la geografía española desde hacía años, y por la aparición del ómnibus.
Las líneas regulares de transporte de viajeros con vehículos de tracción mecánica se iniciaron en España a principios del siglo XX: en 1907, con el servicio de Cáceres a Trujillo; en 1908, entre Ávila y Piedrahita; en 1910, de Alicante a Alcoy... De estas fechas hasta la guerra civil española estos vehículos pasaron de tener “modestas prestaciones y escasa fiabilidad a consolidarse como una alternativa viable tanto técnica como económicamente”, en palabras de José María Coronado Torrecillas en su obra “El transporte de viajeros por carretera en España (1924-1939)”. Inicialmente “el autobús de 1908 fue pobre y visto desde ahora ridículo automóvil, sobre un miserable chasis de cadena. Así viajábamos antes por las carreteras. Ocho plazas muy incómodas, mucho ruido, mucha trepidación, polvo, calor o frío, barro y la amenaza constante de la avería. Velocidad comercial 15 kilómetros/hora en el mejor de los casos”.
El ómnibus de tracción mecánica era muy parecido a la diligencia, un poco más grande, pudiendo llevar más pasajeros, con la cabina abierta para el chófer y la posibilidad de llevar equipaje y viajantes en la cubierta detrás del pescante. ¿Se imagina, ahí arriba, con el vaivén del camino, los baches, el polvo y las inclemencias del tiempo? Terminaría molido si el viaje fuese largo.
Inicialmente de madera, el ómnibus daría paso al autobús, muy similar uno del otro, pero el chófer ya estaba sentado dentro de la carrocería que empezaba a ser de metal.