ALICANTE. "¿El recuerdo de genocidios nos salva alguna vez de nuevos genocidios?" O, reformulando la pregunta, ¿haber exterminado ya a una etnia, a una población, garantiza que no se vuelva a llevar a cabo una matanza igual? Un interrogante que llama a la memoria, a la responsabilidad del tiempo y los actos pasados. La pregunta, atemporal -ya que seguimos viviendo en el olvido de la historia y en su consecuente condena a repetirla-, está extraída de la obra de teatro Diktat, escrita por el francés Enzo Cormann, quien pone en boca de Val, uno de sus protagonistas, este amargo interrogante. En esta ocasión, las palabras del personaje las dispara a modo de reflexión Morgan Blasco, el actor alicantino que impulsó hace poco más de un año el Col·lectiu intermitent, una agrupación "de inquietudes artísticas" que surgen del propio actor y de sus colegas de gremio. Es desde esta neonata iniciativa que Diktat –con su traducción al castellano a manos de Fernando Gómez Grande– llega al Arniches el viernes 18 de octubre con un estreno absoluto, un espectáculo con el que el Teatro inaugura el ciclo Des d’ací, con el que desea "apoyar las producciones profesionales vinculadas a las comarcas del Sur", destapan las intenciones desde el espacio escénico.
"Yo hacía tiempo que había leído el texto, pero al volver a hacerlo observo una lectura muy vigente hoy en día con cualquier conflicto étnico o ideológico. Solo hay que fijarse en lo que está pasando en otro país o incluso aquí, precisamente ahora mismo. Es muy actual, pero también me parece que habla de un aspecto de la condición humana que prevalece por encima de todos esos conflictos", justifica la elección de la obra Blasco. El afecto, el cariño, el vínculo entre personas es esa característica humana que sobrevive por encima de todo, olvidando incluso el pasado y su memoria. Y es que la trama coloca en el escenario a dos hermanos de madre (Piet, el mayor, interpretado por Toni Misó y Val, el menor, interpretado por Morgan Blasco) y los lleva a una guerra entre dos bandos -los tracios y los triballos-, encontrándose cada uno en el lado opuesto, debido a que sus padres pertenecen a etnias distintas.