Todo lo sucedido estos días en el PSPV-PSOE y en Podem se podría resumir en dos frases: las listas tienen memoria y sin partido, no hay gobierno (posible). Ambas cosas demuestran el nivel de fuerza y potencia cuando un partido pierde las elecciones y viene a demostrar que sin estructura, no hay futuro. Se ha demostrado con Ciudadanos, acaba de suceder con Podem y Podemos y lo ha sufrido el propio Ximo Puig en sus propias carnes, una vez las elecciones le han ofrecido una aritmética adversa. Más allá de olas, que siempre ayudan, y mucho -como sucedió en 2019 y ha pasado este 28M-, lo que permanece son las estructuras, son las que salvan en tiempos de crisis y hacen más llevadero el tiempo en la oposición. Hay muchos ejemplos de lo que caro que se paga la lejanía con la militancia y el buen engranaje de la estructura. A veces dejarse orientar por gurús que no se juegan nada tiene estas consecuencias.
Veamos dos ejemplos. El primero, el de la memoria de las listas. Los estatutos del PSOE suelen ser meridianos en eso. Pero también está la lógica y la cultura de cada partido. Las listas electorales suelen ser fruto -guste más o menos- de las propuestas de las ejecutivas y/o de las primarias. En el caso del PSPV provincial, para este 23J, elevó la propuesta consideró conveniente, pues así lo dicen los estatutos, llegó el PSPV y la corrigió y la ha vuelto a retocar para volver al punto inicial. En este intercambio de golpes, Puig cometió algunos errores, como eliminar a diputados y senadores que tienen escaño y que cuenta con la confianza de Ferraz. Pero cometió otro: no dialogar, no negociar. Podría haberlo hecho antes. No quiso. Cuando el mismo PSPV de Puig hizo sus propuestas para las candidaturas autonómicas, todo el mundo le respetó, pese a que su confección -en el caso de Alicante, y solo de Alicante- había venido casi por una recomendación de esos astros que habitan en los despachos alejados de la Casa del Pueblo: Puig aplicó vetos -los menciono porque no era unos desconocidos Vicent Arques, alcalde de l'Alfàs; Jesús Sellés, de Elda, y Francis Rubio, de Elche- y colocó independientes, algunos por recomendación de los suyos, pero independientes al fin y al cabo. Nadie se lo discutió. Todo aceptaron. Era el president. Pero hay que recordarlo: hizo su equipo pensando en lo mejor para su partido, para su futuro gobierno y futuro grupo parlamentario. Negoció, pero a regañadientes y con muchas condiciones -y vetos-. Ahora, tuviera un acuerdo o no con Ferraz, le han pagado con la misma moneda. Más allá de algunas circunstancias, como pueda ser la inclusión del veterano Ángel Franco en la candidatura del Senado, lo que ha demostrado este episodio de confrontación -por cierto, muy típico en las filas socialistas- es que siempre es mejor pactar y negociar, que tener que aplicar los cambiazos de última hora. Sirve para Puig, pero también sirve para el propio Pedro Sánchez. Las estructuras siempre hay que respetarlas. El PSOE es una especie de Superliga en la que ir contra determinados elementos (aunque tengan una escalafón inferior) tiene un precio. Es decir, los procesos para elaborar listas tienen memoria, incluso por encima de derrotas y victorias electorales. Al menos, este sábado, el propio Puig ha encajado el golpe con deportividad política (otra cosa es lo que piense de puertas hacia dentro).