El Gobierno del Botànic II se la juega con las listas de espera en el sistema sanitario de la Comunitat. No es que exista una fórmula mágica que las consiga reducir, si no más bien es un conjunto de medidas que deben ejecutarse en coordinación de todos los agentes -los públicos y los privados- para que al menos se reduzcan en niveles.
Debemos partir de algunas premisas. Primero, las listas de espera siempre existirán. La cuestión es que sea en tiempos razonables. Después de los veranos de vacaciones, las cifras de espera siempre serán mayores: a muchos pacientes se les ofrece esa posibilidad en junio, julio y agosto y declina esa oferta, de ahí que esos usuarios pasen a la denominada lista de espera no estructural. La estructural es la lista de espera que genera el propio sistema por su saturación.
Esta semana, Sanidad, consciente del caballo de batalla que tiene el Botànic con las listas de espera, ha lanzado un plan para intentar reducirlas. Los planes de la conselleria pasan por reducir el número de pacientes en espera quirúrgica un 25% y la demora media a 70 días al término de la legislatura, con una inversión este año de 35,2 millones.
El departamento de Ana Barceló parte de cifras de difícil justificación política, y con la circunstancia de que los hospitales de concesión privada -Elche, Torrevieja y Dénia. presentan tiempos de espera muy inferiores a los hospitales públicos. A ello se suma que el departamento de Alzira presenta peores datos que con la gestión anterior. Bien es verdad que muchos de estos centros sanitarios no tienen la actividad de los centros de cabecera -como pueda ser La Fe, el General de Alicante o Sant Joan-, pero si se compara con los de su tamaño, sí que es verdad que presentan mejores números.