Finalmente el Gobierno de Benjamin Netanyahu ha aprobado la polémica reforma judicial que otorga amplios poderes al ejecutivo a la hora de vetar decisiones del poder judicial, pata esencial de cualquier democracia avanzada. Cabe recordar que Netayanhu gobierna con cinco partidos más: tres de corte ultra, y dos ultraortodoxos. El diario Haaretz lleva meses alertando de esta barbarie institucional a la que se suma una escalada sin procedentes de violencia contra los palestinos en los Territorios Ocupados, Cisjordania. Jerusalén Este y la franja de Gaza. Sin miramientos y a careta quitada. Y con el plácet implícito de los países árabes con los que Israel ha establecido relaciones diplomáticas, Marruecos entre ellos, gracias a la presión ejercida en su día por Donal Trump, una línea que no ha modificado el demócrata Biden. Es decir, los países árabes que entraron en el acuerdo no exigieron contraprestaciones contundentes a la ahora de exigir respeto y dignidad en los Territorios Ocupados, o lo hicieron con la boca muy pequeña. Muy.
Advierte Haretz (con versión en español más que aceptable) de los paralelismos entre Netanyahu y sus indeseables socios de gobierno con el gobierno de Viktor Orban en Hungría, el amigo de nuestro Santiago Abascal. Nuestro... mejor vuestro. Las clases medias laicas de Tel Aviv, médicos, sanitarios en general, empleados y directivos de empresas tecnológicas, un amplio sector de los reservistas del imbatible Ejército israelí, ojo, trabajadores en general y gentes ilustradas llevan semanas y semanas de protestas masivas en Tel Aviv contra la medida de del Gobierno y otras que se puedan avecinar en el retroceso de derechos civiles, muy especialmente para las mujeres, también para la diversidad en general. A este paso, el Estado laico que fundó Ben-Gurium tras la independencia en mayo de 1948, luego Golda Meir, se está yendo literalmente a la mierda tras seis mandatos de Bibi, el apodo de Netanyahu, imputado en varias causas por corrupción. Están enterrando el sionismo socializante de los padres de la patria ante el auge incontrolado de los ultraortodoxos, con unos índices de natalidad sobrecogedores y viviendo en buena medida, a la sopa boba, a costa del Estado.
La única democracia real del Oriente Próximo se está yendo al traste si persiste la tendencia que se inició hace más de una década. Aunque no todo está perdido: la polémica reforma judicial fue aprobada en la Knesset (parlamento) por 64 frente al voto negativo de 56. 64: los diputados que apoyan un Gobierno Frankesteins con espantosos ramalazos autoritarios. Peligra Israel, faro de las libertades, rodeado de teocracias árabes, teocracias corruptas, regímenes corruptos a secas (Egipto) y estados fallidos (Líbano). Ya se empieza a detectar, asegura Haretz, flujos de personas que quieren huir de Israel ante este sombrío panorama: España, donde existe un convenio de otorgar la nacionalidad a los sefardís, Portugal, Estados Unidos...
Yo prefiero hacerme el ingenuo y pensar que todo este tipo de cosas son cíclicas, me refiero también al auge ultra en Europa. Dicen que la debacle de Vox (53 a 33 escaños) ha operado como un balón de oxígeno en los partidos democráticos europeos frente a los casos de Hungría y Polonia, y los pactos engendrados en países tan civilizados como Suecia y Finlandia. Sin descartar el alarmante auge de la ultraderecha en Alemania y la consolidación ascendente de Marine Le Pen en Francia. Lo dice Andrea Ricci en un concienzudo y medio optimista análisis en El País. Casi que Georgia Meloni pudiera representar un virus pasajero, abrazando la causa del europeísmo y plantándole cara a China en su ensoñación de recrear La Ruta de la Seda.