ALICANTE. El pasado martes, la histórica diputada y activista por los derechos de las personas trans Carla Antonelli se dio de baja en el PSOE, en busca de aire para poder respirar. Tal y como se han puesto las cosas de asfixiantes en ese partido para las personas trans en los últimos tiempos, ésta ha sido, aunque dolorosa, una decisión del todo comprensible. Me atrevería a aventurar que, tanto su decisión como su carta de despedida, las tenía meditadas hace ya tiempo, ya que prácticamente todos los hechos que refiere en ese texto nos los había contado el pasado verano, una noche que tuvimos la oportunidad de cenar en una terracita en Altea, después de haberla acompañado a dar una charla en uno de los auditorios de la ciudad.
No tengo por qué ocultar que en los últimos años yo he sido, en público y desde el activismo, una de las personas más críticas con ella. Siempre me pareció del todo incomprensible su sempiterna actitud de defensa a su partido a pesar de ser testigo de la cacería, acoso y cancelaciones que, desde el Gobierno de España y otros cargos de poder, el PSOE ha realizado y sigue realizando a las personas trans. Quizá lo suyo era incredulidad, quizá no podía asimilar ver esa maquinaria trituradora de personas en la que los gestores actuales habían convertido a la formación en la que ella, la que fue la primera mujer trans en el parlamento español, ha ejercido su militancia desempeñando su labor desde diversos puestos y cargos durante más de 40 años.