El equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Alicante (PP/Cs) ha lanzado una especie de globo sonda con la idea de trasladar los puestos de los hippies de la Explanada sin concretar dónde. Alegan que lo han pedido los vecinos del centro (Junta de Distrito Número 1) y que el asunto se abordará próximamente en un Consejo Local de Comercio. Ya tiene faena la concejala del ramo, la popular Lidia López, en un asunto espinoso donde los haya: las casetas llevan ahí media vida; los concesionarios de las mismas alegarán como derechos adquiridos su reivindicación de permanencia infinita, grosso modo. Quién sabe si también el lucro cesante. Son un total de 30 puestos que copan un buen trozo, desde el auditorio de La Concha hasta Canalejas. A ver qué opinión alberga la Cámara de Comercio, o la Universidad de Alicante, que forman parte de dicho Consejo. A ver que opinan también los grupos de la oposición: eso se tiene que traducir en iniciativas para el pleno municipal.
Las casetas generan empleo, fundamentalmente en el régimen de autónomos. Atraen visitantes curiosos en busca de adquirir bagatelas: unas son artesanas; otras no. Dan un toque medio romántico y medio hippie, nunca mejor dicho, al que es por excelencia el buque insignia de la imagen de la ciudad, la postal inequívoca desde los tiempos del franquismo. Su fisionomía actual se remonta a los años cincuenta, cuando era alcalde Agatángelo Soler: 6,5 millones de teselas imitando las olas del mar. Alicante no sería Alicante sin la Explanada, sin la fuente de Los Luceros (han aparecido grietas tras las mascletaes ¡ay¡), sin el Castillo de Santa Bárbara, sin...
Por cierto, cuando quiero ver algo hippie/hippie me repongo Hair, la genial película de Milos Forman, todo un alegato contra la guerra de Vietnam, contra la violencia, protagonizado por ciudadanos de la contracultura y de la diversidad. En La Explanada no siento eso. No es una boutade: es la confirmación de un sentimiento libre, el mío. Del mismo modo que siento que un buen puñado de casetas se zampan el principal paseo de Alicante: efectivamente, como han alegado los defensores del traslado, se podría conseguir un espacio más diáfano y abierto y con una visual directa al mar.