VALÈNCIA. Jacobo Amador (Valencia, 1993) fue consciente de su vocación muy pronto. Su primer amor, el monopatín, le puso en contacto con el mundo del grafiti y la cultura urbana cuando todavía era un niño y los skateparks ya eran su segundo hogar. Una vez metió un pie en la cultura visual y musical del underground, Jacobo empezó a “hacer cosas”, y no ha parado desde entonces.
A los 15 años, Amador se lanzó a crear y vender fanzines “sin saber muy bien lo que era eso”. De hecho, fue durante algunos años el artista más joven del festival de autoedición gráfica Tenderete. Su salto de la ilustración al tatuaje fue también muy natural. Ahora, diez años después de estrenarse en esta disciplina, su trabajo es cada vez más reconocido a nivel nacional e internacional gracias a un estilo bastante peculiar que compagina el trazo grueso y algunos elementos simbólicos del tatuaje tradicional con la estética psicodélica. Además, toma prestadas muchas referencias de la iconografía espiritual oriental y alguna que otra de la cultura rave de los ochenta, como los icónicos smileys del acid house. “Mis principales fuentes de inspiración durante los últimos años han sido Tailandia, India y la experiencia espiritual de bucear en Baleares”, nos explica.
Sus diseños son rotundos, de colores chillones y tienen una pátina de felicidad y cachondeo perenne que casa muy bien con la propia personalidad pizpireta de Jacobo. No es de extrañar que uno de sus diseños haya acabado plasmado en las camisetas oficiales de Viagra Boys. La banda sueca de punk noise liderada por el cantante -y tatuador- Sebastian Murphy presentó recientemente a través de sus redes sociales la imagen de su última tirada de camisetas, cuyo elemento principal es un símbolo de la paz contorneado por un montón de símbolos de yin yang.