INNOVACIÓN

Ciudades que respiran: innovación urbana para adaptarse al clima

Los institutos tecnológicos de REDIT desarrollan proyectos pioneros que transforman las urbes en entornos resilientes, sostenibles y saludables frente a los efectos del cambio climático

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ALICANTE. En un contexto de olas de calor cada vez más prolongadas, lluvias torrenciales concentradas y una creciente urbanización, las ciudades afrontan el reto urgente de transformarse para garantizar el bienestar de sus habitantes. Ya no se trata solo de reducir emisiones o plantar más árboles, sino de repensar los espacios urbanos desde la raíz, integrando innovación, diseño bioclimático y soluciones tecnológicas que hagan de las urbes entornos resilientes, saludables y sostenibles. En ese camino trabajan los institutos tecnológicos de REDIT, que impulsan proyectos pioneros capaces de convertir el asfalto en confort y la infraestructura en bienestar. La Red cuenta con el apoyo de la Dirección General de Vivienda para visibilizar soluciones como estas para que se beneficien las empresas que trabajan en el hábitat y la construcción 4.0.


Del asfalto al confort: infraestructuras urbanas sostenibles

La ciudad del futuro se construye con los residuos del presente. Esa es la premisa que guía el proyecto SMILE CITY  de AIMPLAS, una iniciativa que transforma residuos urbanos complejos —como neumáticos, baterías o escombros de obra— en productos útiles para las infraestructuras sostenibles. En lugar de ser desechos, estos materiales se reincorporan al ciclo productivo, dando forma a ciclovías, estaciones de carga para bicicletas eléctricas y mobiliario urbano fabricado con materiales reciclados.

El proyecto propone una arquitectura circular que actúa en todas las fases del ciclo de vida del edificio: desde el diseño modular que facilita el desmontaje y la reutilización, hasta la construcción con técnicas prefabricadas y montaje en seco que minimizan los residuos. Además, integra sistemas que gestionan de forma natural las aguas pluviales y los restos vegetales, generando entornos urbanos más verdes y eficientes. SMILE CITY imagina así un modelo de ciudad autosuficiente, donde las calles y plazas no solo conectan personas, sino también flujos sostenibles de energía y materiales.

En paralelo, la cerámica, símbolo de identidad industrial de la Comunitat Valenciana, se convierte en aliada climática. El proyecto ECOSISCER I deITC-AICE, ha desarrollado un pavimento de hormigón cerámico permeable, diseñado para aumentar la capacidad de absorción del suelo urbano y mejorar la gestión del agua de lluvia. Este tipo de pavimentación, basada en residuos de fabricación de baldosas cerámicas, permite que el agua se filtre a través de las juntas, reduciendo las escorrentías y el riesgo de inundaciones, a la vez que contribuye a refrescar el entorno urbano.

Su evolución natural, ECOSISCER II, aborda el reto de la eficiencia energética desde las fachadas. En este caso, el instituto ha diseñado sistemas cerámicos que actúan como jardines verticales, mejorando el aislamiento térmico de los edificios y contribuyendo a la reducción de emisiones. Las fachadas verdes cerámicas son una respuesta innovadora a la descarbonización del parque edificatorio, combinando estética, sostenibilidad y rendimiento energético. A la vez que reducen el calor absorbido por las superficies, aportan un valor ecológico añadido: recuperan biodiversidad en la piel de la ciudad.

Refugios climáticos: arquitectura adaptada al calor extremo

El diseño urbano ya no puede concebirse sin considerar el confort térmico de las personas. Calles sombreadas, fachadas reflectivas o pavimentos fríos son elementos cada vez más comunes en los proyectos de adaptación climática. En esta línea se sitúan iniciativas como Cold_Surface y Fachadas Reflectivas, que investigan recubrimientos y materiales capaces de reflejar la radiación solar y reducir la temperatura superficial de los edificios y pavimentos, mitigando el efecto “isla de calor” urbano.

El concepto de Refugios Climáticos, en el que trabajan varios institutos tecnológicos de REDIT, se orienta precisamente a diseñar espacios públicos que ofrezcan condiciones seguras durante episodios de calor extremo. Parques, patios escolares o plazas se transforman en entornos resilientes donde el diseño bioclimático, la vegetación, el uso de materiales frescos y la gestión del agua actúan conjuntamente para crear microclimas habitables. No se trata solo de arquitectura, sino de salud pública: ofrecer lugares donde la ciudadanía pueda resguardarse cuando el clima se vuelve hostil.

La idea de “refugio” también se extiende a otros ámbitos de la vida cotidiana. El proyecto NAIX·EM, de ITC-AICE, aplica esta filosofía al entorno sanitario, concretamente a los centros de nacimiento, con el objetivo de mejorar la funcionalidad, seguridad y experiencia del parto. Su enfoque combina ergonomía, confort ambiental y diseño emocional, integrando materiales como baldosas cerámicas biocidas, antideslizantes y de fácil limpieza, junto a sistemas de monitorización de temperatura y humedad que favorecen un ambiente óptimo tanto para las madres como para el personal sanitario. 

El modelo NAIX·EM propone redefinir los espacios hospitalarios desde la salud emocional y el bienestar sensorial, ofreciendo un marco de referencia internacional para centros asistenciales y proveedores. Además, las soluciones desarrolladas tienen proyección en otros ámbitos: oficinas, escuelas, estaciones o viviendas donde la biohabitabilidad y la seguridad sean prioritarias. Con este proyecto, el confort deja de ser un lujo para convertirse en una necesidad vital.

El bienestar como diseño: materiales que cuidan de las personas

Si algo demuestran estos proyectos es que la sostenibilidad urbana no se limita a reducir emisiones, sino que implica cuidar de las personas en cada metro cuadrado de ciudad. En este sentido, la tecnología se integra como aliada invisible del bienestar. El proyecto CITISENS de AITEX,trabaja en el desarrollo de materiales compuestos inteligentes que permiten monitorizar parámetros ambientales y estructurales, contribuyendo a mejorar la calidad de vida en las ciudades.

A través de sensores textiles integrados en estructuras o mobiliario urbano, estos sistemas recopilan datos en tiempo real sobre temperatura, calidad del aire, humedad o vibraciones, facilitando la toma de decisiones en la gestión urbana. Su aplicación va más allá de la infraestructura: se conecta con sistemas domóticos e IoT para crear entornos urbanos inteligentes, donde la información ambiental se traduce en acciones concretas, como ajustar la iluminación, activar ventilación natural o emitir alertas preventivas. 

CITISENS abre así la puerta a una nueva generación de ciudades conectadas, capaces de “sentir” su entorno y responder de manera adaptativa. Una red urbana donde cada elemento —desde una lona hasta un banco público— puede convertirse en un sensor al servicio de la seguridad, la eficiencia y la salud colectiva.

De la innovación al impacto social

El conjunto de estos proyectos impulsados por REDIT refleja una visión integral del urbanismo del siglo XXI: una combinación de tecnología, diseño y naturaleza que redefine la forma de habitar los espacios. Desde los pavimentos permeables que permiten respirar al suelo, hasta las fachadas verdes que purifican el aire y los refugios climáticos que ofrecen respiro al ciudadano, todas estas iniciativas comparten un objetivo común: convertir las ciudades en organismos vivos, capaces de adaptarse al clima y cuidar de sus habitantes.

El futuro urbano pasa por entender la ciudad como un sistema interconectado donde cada decisión constructiva tiene implicaciones ambientales y sociales. En ese sentido, los institutos tecnológicos valencianos desempeñan un papel clave al trasladar la innovación científica a soluciones reales que transforman barrios, hospitales o espacios públicos en lugares más habitables. 

Las ciudades que respiran no son una utopía, sino un horizonte tangible. Se construyen con materiales reciclados, cerámicas inteligentes, fachadas vegetales y sensores invisibles que vigilan nuestro confort. Pero sobre todo, se construyen desde una nueva conciencia: la de que adaptarse al clima no es solo resistirlo, sino aprender a convivir con él. Y en esa convivencia, la innovación se convierte en el mejor pulmón de nuestras urbes.

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