ALICANTE. El sábado 12 de febrero, la ciudad de Orihuela acoge la entrada y toma de posesión de un nuevo obispo. Ese día, monseñor José Ignacio Munilla se convertirá en titular de la sede episcopal de Orihuela-Alicante, siendo el obispo número 37 desde la creación de la diócesis en 1564. La efeméride es ocasión propicia para repasar la historia diocesana de nuestra querida tierra alicantina. Lo haremos prestando atención al periodo comprendido entre los años 1250 y 1968.
A mediados del siglo XIII, la incorporación del reino de Murcia -del que formaba parte Alicante- a la corona de Castilla, movió al infante don Alfonso (futuro Alfonso X) a solicitar a Roma el restablecimiento de la antigua sede episcopal de Cartagena, a lo que accedió el 31 de julio de 1250 el papa Inocencio IV. El territorio alicantino situado al sur de la frontera Biar-Busot (Tratado de Almizra, 1244), quedó incardinado a la diócesis de Cartagena, mientras que el situado al norte de dicha divisoria quedó bajo jurisdicción del arzobispo de València. En marzo de 1257, Alfonso X ordenó al concejo de Alicante dar “los diezmos al obispo et a la eglesia de Carthagena de pan et de vino, et de olio et de figos, et de todos los otros fructos que nascen de la tierra, et de ganados et de todas las otras cosas que christianos deuen a dar diezmo”.
La delimitación geográfica del obispado cartaginense se llevó a cabo mediante privilegio de Alfonso X otorgado en Sevilla el 11 de diciembre de 1266. En este documento, estudiado por Torres Fontes, el rey deja claro que los límites de la sede cartaginense llegarán hasta la frontera “con termino de la tierra del rey de Aragón”. Esta división eclesiástica guardaba coherencia con los límites que en ese momento separaban las coronas de Aragón y Castilla, de modo que el territorio del reino de València quedó bajo el cuidado pastoral del arzobispo valenciano y el del reino castellano de Murcia, bajo el del obispo de Cartagena.