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Dabrowski, guerrillero polaco exiliado en Alicante

  • Retrato de Antoni Dabrowski compartido por su familia. 

Así es, un guerrillero de la resistencia polaca contra el ejército nazi en defensa de la integridad territorial y de la libertad de su país, se exilió en Alicante. Después de muchas peripecias personales, la capital alicantina fue su ciudad de residencia.

Este guerrillero se llama Antoni Dabrowski, veterano polaco que participó en la II Guerra Mundial, nada menos. Fue miembro de la resistencia polaca durante la ocupación alemana, formando parte de la Armia Krajowa (AK, Ejército Nacional), siendo soldado activo del Levantamiento de Varsovia en 1944. Participó en diversas incursiones armadas. Hecho prisionero por los alemanes consiguió escapar, incorporándose a la resistencia yugoslava. Después de estar preso en campos de concentración en Alemania, Austria y Yugoslavia, fue liberado por los ingleses junto con otros 27 compatriotas y llevados a Italia. Dicho así, en tan poco tiempo, uno se imagina multitud de peripecias para combatir al enemigo y salvar la vida. Desmovilizado en 1947, se exilió inicialmente en el Reino Unido. Años después se instalaría en España.

Lo conocí en su casa de Alicante siendo yo niño. Marisol, su mujer, enfermera de profesión, era belenista en algunos de sus ratos libres y todos los años nos enseñaba con orgullo sus creaciones navideñas. De ahí aprendí a respetar ese trabajo manual y detallista de construir y ambientar aquellas callejuelas de Belén o Nazaret para conmemorar el nacimiento de Jesús. Eran recreaciones de gran belleza y calidad. Este matrimonio tuvo cuatro hijos: Janusz (Daniel), Maryla, Irenka y Marek. Los tres últimos nacieron en Alicante, Janusz en Logroño. Soy amigo de Marek, influenciado por Chopin desde su adolescencia en su entonces y actual afamada carrera como pianista. ¿Cómo llegó Antoni a España?, ¿cómo decidió que Alicante fuese su lugar de residencia? Luego se lo cuento.

Pero permita que vuelva con el guerrillero. Él no nos contaba nada de su pasado, quizá porque vivíamos en la dictadura franquista, por si acaso supongo, por si las habladurías infantiles lo ponían en un aprieto. Pero algo se sabía, alguien se había ido de la lengua.  Imaginen la leyenda urbana que se contaba de este soldado. ¡Se había escapado de un campo de concentración!, se decía entonces. Sólo con eso, ya era extraordinario. Eso pasaba sólo en las películas, y era una excepción. Y uno de esos valientes vivía en la misma urbanización que nosotros. Era de carne y hueso, no era fruto de nuestra imaginación.

Tan cerca, ahora sabemos que conocíamos tan poco. Y al conocerlo con detalle, la admiración es superior a aquella imaginación infantil que todo lo exageraba.

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