Arte y fotografía

EN GALERÍA JORGE LÓPEZ

‘Tierra de Nadie’: cuando los azulejos hablan de fronteras

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VALÈNCIA. Para saber ser buen huésped hay que haber pasado por la figura del anfitrión, no hay otra. Saber colocar las toallas, perfumar los espacios, encontrar un lugar en el que la persona invitada pueda tener sus cosas almacenadas con intimidad… Es un lujo que no todos pueden permitirse y que, tras viajes muy largos, se agradecen. En el caso de las visitas transatlánticas, la añoranza, el cansancio y los nervios se potencian cada vez más. Una vez se cruza el charco es difícil echar la vista atrás y ver lo que queda en otro continente, y de esa grieta es de donde puede surgir la espontaneidad, el arte, la reflexión y la creación. 

Entre dos territorios: Uruguay y España se teje la nueva muestra Jorge López Galería, que invita a la artista Candela Bado (Montevideo, 1991) y a la comisaria Agustina Bonhoffer (Montevideo, 1999) a establecer su espacio creativo en Tierra de Nadie. A través de la cerámica e instalación, la exposición examina el tránsito de los cuerpos dentro y fuera del hogar a través de la circulación de elementos como el agua, el cristal, la cerámica y el metal, poniendo en tensión la función de estos sitios construidos, ya sean como un lugar de contención o de exclusión.

 

En la muestra hay cabida a la transformación desde los elementos más comunes del hogar. Jugando entre la dicotomía que existe entre el interior y el exterior Bado, de manera muy audaz, emplea el azulejo y la grilla como un sitio para hablar de los espacios, la pertenencia, la porosidad de las ideas e incluso el mundo que habita, regido generalmente por la injusticia que tiene lugar en algunos territorios.

 

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“Me interesa cuestionar el límite que divide lo doméstico de lo público”, apunta la artista. Para ello se sirve de azulejos, redes metálicas y hasta pequeñas canicas que dialogan constantemente entre los muros de Jorge López Galería, y que hablan de los cuerpos y espacios que se transforman a través del azulejo clásico -blanco y de 15x15- que responde a la artista y dialoga con ella: “Empleo el azulejo como un elemento que está diseñado para no dejar rastro y a la vez me sirve para registrar memoria”, algo que hace a través del calor de los hornos cerámicos, con los que “lleva los materiales a una temperatura muy elevada para que se fusione con el azulejo”.

 

A través de este peculiar pegado, Bado rompe completamente la división entre la calle y el interior de la vivienda, mezclando así lo público y lo privado para centrarse en los objetos que hablan de esas conexiones. Un buen ejemplo de esto es como las monedas se transforman en un “objeto de circulación público” que pasa tanto por el cuerpo como las superficies, al igual que pasa con las canicas: “Son objetos que existen en una infraestructura enorme y con los que tenemos una relación. La moneda y la canica son objetos que circulan y se intercambian, están en constante movimiento”, explica la artista.

 

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Monedas, canicas y redes de cobre se sellan al azulejo, mientras un objeto como un lavabo sirve como objeto liminal conectando -por las tuberías- con las estructuras exteriores que operan lo doméstico: “El baño es un lugar que invoca la  noción de intimidad, propongo pensar sobre la intimidad tanto en la esfera pública como en la privada. Las manos de Bado, hechas en latón salen del interior del lavabo para intentar saludar al huésped curioso, que en el baño ha encontrado un espacio íntimo en el que encontrarse a sí mismo con esta propuesta que nace entre dos tierras: la Tierra de Nadie, que a su vez sigue siendo la tierra de todos. 

 

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