Teatro y danza

'Les bàrbares' arroja luz a las diferencias entre mujeres con humor, conversación y música en directo

Lucía Carballal ilumina en el Teatre Principal las tensiones intergeneracionales en torno a la maternidad, la carrera y los afectos

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VALÈNCIA. La dramaturga Lucía Carballal regresa a la cartelera valenciana apenas dos meses después de haber presentado en el Teatre Rialto La fortaleza. Si aquella pieza arrojaba una mirada a la figura paterna desde la autoficción, Les bárbares, programada este próximo 6 de diciembre en el Teatre Principal, repara en una tragicomedia la fractura existente entre las mujeres de su generación y las que integran la quinta de su madre. 

La autora recuerda que escribió esta pieza en 2019, justo antes del confinamiento por el COVID, en un momento vital en el que sintió el impulso de abordar el género de la comedia sin miedo. “Iba a tratar un tema que me era muy complejo, me importaba mucho y me hacía sufrir -explica-, y necesitaba encontrar una forma de abordarlo sin solemnidad”. El resultado es la que asegura es su obra más luminosa, donde la ligereza le facilita enfrentarse a temas incómodos con humor, pero sin por ello perder profundidad.

Este tema que la intranquilizaba era la sensación de fricción intergeneracional tras la eclosión del movimiento #MeToo. En 2018, un grupo de artistas e intelectuales francesas de la edad de su progenitora, liderado por Catherine Deneuve, publicó en el periódico Le Monde una carta donde tachaban de puritanismo la oleada de denuncias de abusos y agresiones sexuales en redes. Su manifiesto arrancaba así: “La violación es un delito. Pero la seducción insistente o torpe, no, ni tampoco es una agresión machista la galantería".

Este escrito ponía de manifiesto que aunque aquella catarsis femenina había reactivado debates sobre la familia, la sexualidad, el trabajo y los modelos afectivos, algunas voces entre nuestras mayores se sentían desubicadas, apartadas e invisibilizadas en aquel contexto de delación y debate, incluso juzgadas por las más jóvenes. No se sentían representadas por la nueva ola del feminismo y en cierto modo, se desmarcaban.

“Era un conflicto que veía en mi propia vida. Lo estaba experimentado como una crisis muy fuerte entre dos generaciones que no nos terminábamos de entender -comparte Carballal-. Me preguntaba cómo era posible que mujeres que habían sido vanguardistas y transgresoras, de pronto, parecían defender las capas más obsoletas de la sociedad. Fue traumático”. 

Ese estupor fue el detonante artístico de Les bàrbares. En su espectáculo, la autora articula una conversación entre mujeres que se miran con recelo a pesar del afecto profesado durante décadas, y propone dibujar puentes para recuperar la empatía. Esta ambición de sororidad por parte de la autora es extrapolable a todo el género.

La amistad como Loctite en la vida real y materia prima para series

Su obra está protagonizada por María Pujalte, Cristina Plazas y Francesca Piñón en la piel de tres mujeres de 65 años que se conocen desde la escuela y deciden reunirse para cumplir las últimas voluntades de una amiga en común 30 años más joven. Carballal insiste en que retratar a una generación completa es “una quimera”, pero sí se propuso mostrar una variedad de puntos de vista sobre temas cruciales. Los tres personajes defienden posturas distintas respecto a la maternidad y la carrera profesional. Hubo quien lo sacrificó todo por su trabajo, quien, por el contrario, se entregó a la familia, y quien intentó un equilibrio precario haciendo malabarismos entre ambos ámbitos.

“Es muy difícil que cualquier mujer diga ‘esta soy yo’ -admite la dramaturga-, pero muchas han encontrado en la obra un motivo para hablar con sus madres o con sus hijas”. De hecho, durante las representaciones en Madrid y en Cataluña se percató de que la propuesta opera como un espacio seguro para conversar sobre roces, expectativas y malentendidos. De ahí que entre el público hubiera muchas madres e hijas que atendían juntas al viaje de reencuentro entre las tres protagonistas, “como si fuese una excusa para sentarnos a hablar”.

En la puesta en escena de David Selvas, la amistad tiene un peso central. Aunque el texto está lleno de tensiones y de reproches, aunque en el papel da la sensación de un enfrentamiento constante, el montaje potencia la complicidad y la sensación de que pese a los conflictos, el vínculo entre ellas es invulnerable. Lucía agradece la armonía que transmite esta versión. Les bárbares se eleva en las tablas como un canto a la posibilidad de querernos en la diferencia y escucharnos más allá de las ideologías y las militancias. 

“Las amigas que conservo me retan constantemente y supongo que yo a ellas también. Aún cuando nuestros puntos de vista sean muy distintos, aunque las vidas que hemos construidos también lo sean, intentamos seguir trazando maneras de continuar escuchándonos”, agradece la autora, que en estos momentos de polarización extrema, contempla este tipo de relaciones como una escuela para aprender a relacionarnos con gente diferente.

El apego desde la infancia se exploró en la última entrega de The White Lotus. Del mismo modo que la amistad femenina a largo plazo también ha sido materia prima de Sexo en Nueva York, Girls y Las chicas de oro. Una crítica sobre Les bàrbares mencionaba una propuesta patria, Chicas de hoy en día

Acerca de la camaradería entre mujeres como terreno fértil para la ficción, la dramaturga observa que cada vez valoramos más la amistad como uno de los lazos más trabados de la vida adulta. “No responde a la tiranía de lo familiar ni a la volatilidad del enamoramiento -reflexiona-. Hemos decidido que nuestras amigas van a ser nuestras compañeras a lo largo del trayecto de la vida, y en torno a esa decisión, la literatura, el teatro y el cine están reflexionando todo lo que puede haber ahí”. En su caso, ha puesto el foco en las amistades intergeneracionales.

Uno de los mejores apuntes que recibió Lucía al cumplir los 40 años era que se adentraba en una década en la que podía salir a buscar a personas de otras edades. En ese sentido, la pieza también habla de cómo ese grupo de mujeres más maduras no solo se divierte y adentra en terrenos nuevos a través de su amistad con una más joven, sino que también se siente cuestionadas.

Una ausencia hecha música de Jeanette, Mari Trini y Julio Iglesias

La ausencia de la amiga muerta tiene una presencia simbólica a través de la música en escena. En el texto original Carballal propuso que en el hotel donde transcurre la acción hubiera una cantante joven que funcionara como una evocación de la difunta. Cada montaje ha resuelto esa idea de un modo distinto: la de Carol López para el Centro Dramático Nacional contó con María Rodés, mientras que en la coproducción de Bitò y La Brutal que se instala en Valencia este fin de semana Clara Gorria reinterpreta al teclado canciones de la época de nuestras madres, como el ‘Porque te vas’ de Jeanette, ‘Yo no soy esa’ de Mari Trini y ‘Me olvidé de vivir’ de Julio Iglesias, tema que resuena en toda la trayectoria de la dramaturga madrileña.

En sus obras ha redundado en la tensión entre ambición profesional y vida personal. No por casualidad, confiesa que su treintena fue un periodo de devoción radical al trabajo. Mientras sus amigas empezaban a tener hijos, ella se preguntaba cuánto estaba dejando atrás. Aquellas dudas dejaron poso en sus piezas pasadas y también colorean Les bàrbares.

En las entrevistas que realizó para construir los personajes, tanto a amigas de su madre como a mujeres de esa generación a las que encontraba casi por azar, Lucía descubrió que ellas también recordaban esa década como una edad decisiva. Algunas estaban satisfechas con lo que habían sacrificado, mientras que otras no tanto. 

Carballal observa que toda época ha vivido sus contradicciones, con la percepción de las mujeres más reivindicativas “como quejicas o exageradas” por parte no solo de los hombres, sino también de otras féminas “tanto de nuestra propia generación como de la de nuestras madres”. También al revés, contrasta: “He conocido a mujeres de la época de mi madre que comprenden y celebran estas reivindicaciones más actuales”. 

Esa balanza inclinada hacia la vocación conecta Les bàrbares con La fortaleza, donde se retrataba y reprochaba a un padre volcado en su trabajo de arquitecto la ausencia para con su hija y su hijo. Sin embargo, la creadora no las vive como un díptico por su diferencia tonal. Si en aquella abordó el vacío paterno, aquí emerge la otra cara: la idealización de la maternidad, que esconde la sobrecarga y abnegación femeninas. “Además, también ejercieron el rol de ser bisagra entre los padres y los hijos, ayudándoles a comprender su ausencia y sosteniendo así la familia”.

Les bárbares plantea la dificultad femenina de equilibrar todos los aspectos de la vida personal y laboral, contrapeso que a los progenitores de la Transición no se les exigía. “Los hombres de la generación de nuestros padres podían ser grandes profesionales y se les perdonaba lo demás, mientras que a nuestras madres no -apunta-. La pregunta ‘¿dónde estabas cuando no estabas?’ apenas empezamos ahora a formulársela a ellos”.

La adaptación catalana que pronto nos visita abre además el montaje a un universo menos estrictamente generacional. Aunque los personajes nacieron con la edad de la madre de Carballal en mente, las actrices de esta versión son más jóvenes, lo que revela que las preguntas de fondo, esto es, cómo ser mujer, amiga, madre, profesional y no agotarse en el intento, son dudas existenciales que nos asaltan a todas. 

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