Cine

La política del misterio: cómo la saga 'Puñales por la espalda' ofrece lecturas del presente con crímenes imposibles

En la nueva entrega de la saga, 'De entre los muertos', Rian Johnson ofrece un retrato de los liderazgos ultraconservadores y las masculinidades heridas envuelto en un misterioso asesinato

  • Daniel Craig interpreta por tercera vez a Benoit Blanc en Puñales por la espalda: De entre los muertos.
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VALÈNCIA. Ni los más expertos en su prosa tienen claro que Agatha Christie votase a los tories. Se asume con demasiada ligereza la posición política de la gran dama del misterio, en parte por sus orígenes pudientes, en parte por cierta estética ‘landed gentry’ de grandes casas de campo y familias de rígidas tradiciones. Sin embargo, eran estas familias –las clases altas británicas–, las que albergaban siempre la noble tradición del pecado, la endogamia y el crimen. 

Tanto es así que descubrir al culpable no suele ser, en sus novelas, lo más interesante. Los apellidos de rancio abolengo eran los primeros en romper sus propias normas y dejarse llevar por la envidia, el ansia de poder, la corrupción y el asesinato. De ello se derivan algunas lecturas críticas con la evolución del capitalismo a lo largo del siglo XX que vertebran gran parte de los misterios de Poirot o Marple. Incluso hay estudios, como el escrito por J.C. Bernthal, que leen la obra de la mayor responsable de la popularización de las novelas de misterio en términos queer, LGTB y feministas. 

En la misma senda, se podría decir que director estadounidense Rian Johnson es, posiblemente, uno de los cineastas que mejor ha sabido captar el legado crítico y el potencial político de un misterioso asesinato. Defensor acérrimo de los ‘whodunit’ y los ‘murder mysteries’, debutó en 2005 con un neo-noir hoy de culto llamado Brick, y probó las mieles del éxito y la indigestión de su consumo cuando dirigió Star Wars: Los últimos Jedi. Desde entonces solo ha hecho que resolver misterios, aportando una mirada lúcida, divertidísima y mordaz sobre los tiempos que vivimos. El último ejemplo es Puñales por la espalda: De entre los muertos, recientemente estrenada en nuestro país.

  • Josh Oconnor interpreta al parroco nuevo acusado de asesinato

Ser rico es recibir Puñales por la espalda (de otros ricos)

Puñales por la espalda se estrenó en cines en 2019. La primera entrega de una saga que, precisamente, reflexionaba sobre el legado de las novelas de misterio, con la nada disimulada intención de actualizar su ‘punch’ para nuevas generaciones. Narraba la historia del asesinato de un reputado escritor de novelas de misterio llamado Harlan Thrombey, tras la celebración de su 85 aniversario.

Thrombey había amasado una fortuna en su carrera literaria —como Agatha Christie, que llegó a ser lo más leído de las letras anglosajonas tras Shakespeare y la Biblia—, solo para darse cuenta de que había criado una familia de vagos, arribistas y chupasangres que no sabían valerse por sí mismos. Su hija era una déspota de puño cerrado, su hijo un vago que había estado siempre a su sueldo, su yerno engañaba a su hija, su nuera una ladrona, sus nietos unos enterados sin corazón… 

A tal punto llegó su hartazgo, que no quiso que ninguno de ellos fuese su heredero. Así que cuando amanece con el gaznate abierto, aunque la policía diga que fue un suicidio, hay alguien que sospecha que no. Él es el detective Benoit Blanc, afortunado hallazgo actoral de un Daniel Craig exquisitamente pasado de vueltas. El Poirot de esta saga, suerte de Miss Marple gay del siglo XXI, guía al espectador hasta las entrañas de una familia corrupta, cuyos más jóvenes vástagos –el personaje interpretado por Jaeden Martell–, son hijos del privilegio a tal punto de abrazar online las peores conductas del odio y el ultraconservadurismo posibles. 

  • Benoit Blanc interroga a los sospechosos de la familia Thrombey en la Puñales por la espalda de 2019

En Puñales por la espalda, Benoit Blanc conduce la narración, que se resuelve a sí misma por su mera presencia, no por sus brillantes deducciones. Es él quien lleva al espectador hasta una de las resoluciones más simbólicas del ‘whodunit’ contemporáneo, que no desvelaremos para no hacer spoilers. Y a quien en el 2022 vimos envuelto en una situación bien diferente en Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion

Netflix compró los derechos para las secuelas de Puñales por la espalda dos años después del estreno de la primera película. Y le ofreció lo que suele ofrecerle a los directores que firman a perpetuidad: una carta blanca que a la marca le da prestigio crítico, y una libertad creativa que las majors tradicionales y sus juntas de accionistas no suelen proporcionar. Renunciando, de paso, a que la ventana del cine tradicional sea la natural para sus películas y entrando en la marea de ‘contenido’ del gigante del streaming. 

En Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion, ambientada durante la pandemia mundial de COVID-19, Blanc viaja a una paradisíaca isla griega propiedad del multimillonario tecnológico Miles Bron, interpretado genialmente por Edward Norton. Allí coincide con otros ricos, millonarios, emprendedores y sátrapas a quienes Miles propone el curioso juego de resolver su propio asesinato. 

Todo se complica sobremanera, y lo que empieza siendo un juego termina como el rosario de la aurora. No sin antes apuntalar una de las más directas puyas que el cine actual le ha dirigido a Elon Musk, y a esos empresarios que dirigen la política mundial con el despotismo de un niño mimado.

  • Dos pastores se enfrentan por su rebaño en la tercera entrega de Puñales por la espalda

De entre los muertos: un retrato de fe y machos

La más reciente entrega de la saga Puñales por la espalda ofrece un singular relato sobre poder y fe, alejado de la arquitectura narrativa de una mansión llena de pijos. De entre los muertos nos traslada a un pequeño pueblito del norte del estado de Nueva York, donde una comunidad de feligreses asiste anonadada al asesinato de su párroco. Benoit Blanc interviene para ayudar a un joven sacerdote interpretado por Josh O'Connor –que está maravilloso y, por lo visto, causa furor como ‘softboy’ oficial de Tik Tok ahora mismo–. 

O'Connor da vida a un exboxeador que cambia los guantes por el alzacuellos tras un evento traumático que le sumió una depresión severa. En Dios encontró el consuelo que buscaba y está decidido a hacer partícipe de su descubrimiento a los demás cuando le encomiendan lidiar con una iglesia de una comunidad que cada día tiene menos fieles. Nada más conocer al párroco –que se hace llamar monseñor Jefferson Wicks– que la lleva, comprende por qué: se trata de un hombre autoritario, que escupe ira y rabia en cada sermón.

Desde el púlpito, clama contra la pérdida de valores de occidente, atacando y humillando a sus feligreses, uno por uno. Enrocado en sus paranoicas ‘verdades’ culpa a las “zorras marxistas y feministas” de los males del mundo, y atenta contra las comunidades migrantes, racializadas o LGTB sin miramiento. Así, Wicks ha conseguido reunir a un núcleo duro de variopintos fieles, atomizados precisamente por su radicalidad ideológica. Serán ellos los únicos testigos de su asesinato, y principales sospechosos para Benoit Blanc.

El monseñor Wicks es, sin duda, un personaje propio de nuestros tiempos. Un líder carismático que dice una cosa y hace la otra, que solo ve la hipocresía en los demás porque él tiene un objetivo, que no ve ningún fallo en sus argumentos, cargados de la pátina de autoridad que otorga el hábito. Un pobre hombre blanco cabreado, con disfunción eréctil, y traumado por una madre que él mismo describe como una ‘furcia ramera’ que arruinó su vida. Alguien que ha aprendido que movilizar el odio genera adeptos. 

  • La comunidad de feligreses que presencia la muerte del monseñor Wicks

Frente a él, el joven interpretado por Josh O'Connor quiere convencer a la comunidad de que Dios no odia, ama. Que la fe no es un arma arrojadiza, sino un abrazo cálido. Que creer en algo no significa conseguir la más maciza certeza, sino creerlo a pesar de las dudas –duda de sí mismo, como dudaba el cardenal Lawrence de Cónclave–. Una visión de la fe, una forma de estar en el mundo como hombre y sacerdote, que no gusta a los seguidores de Wicks, que le señalarán como un homicida. 

“Quisiéramos vivir en un mundo en el que todo está previsto”, escribía Enric Juliana, “pero ese mundo no existe (por fortuna). Los países cometen errores y en la historia hay accidentes que resultan determinantes. Vivir con la certeza de nuestra fragilidad es angustioso. Por eso triunfan los demagogos”. Como monseñor Wicks: demagogo reaccionario que encarna el liderazgo viril, que clama por volver a un mundo en el que los hombres como él dirigían el destino de sus comunidades. Como si ese mundo no fuera exactamente el mundo en el que vivimos. 

La tercera entrega de Puñales por la espalda es mucho más que un ‘whodunit’ en el que lo más importante es descubrir quién es el asesino. Es un misterio con cadáver que ejerce de espejo convexo de las masculinidades en el mundo de hoy, de lo difícil que es convencer con el diálogo y defender con argumentos las ideas, más allá del eslogan de la marca de embutidos de turno que nos dice que estamos polarizados. La nostalgia es un destino conocido, un lugar en el que ya hemos estado. El auge de la ultraderecha se vincula a esa nostalgia porque ofrece la certeza del viaje cuyo final de trayecto conocemos bien. Qué será de nosotros cuando lleguemos allí, eso es otro cantar.

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