Entrevista

Música y ópera

Guille Milkyway (La Casa Azul): "Moriremos con orgullo siendo un grupo indie"

En unos días estarán en el Germanor Fest de Torrent y en mayo pasarán por el Spring Festival de Alicante

VALÈNCIA. Hace algo más de un cuarto de siglo que Guille Milkyway se envalentonó e hizo llegar a Juan de Pablos, que hacía Flor de pasión en Radio 3, su primera maqueta, bajo el sugerente título de Te invito a mi fiesta. El resto es historia. Más de 25 años después, La Casa Azul se ha erigido como uno de los pilares de la música pop española contemporánea, una fiesta que cada vez recibe a más invitados y que constituye una de las carreras más singulares de la escena nacional. Prueba de ello es que sus himnos salpican los carteles de festivales de todo tipo, una posición privilegiada que les ha hecho llegar a públicos que se siguen multiplicando. Todo el mundo quiere su cachito de La Casa Azul. En unos días harán lo propio en el Germanor Fest, el festival impulsado por Amstel que se celebra este 22 de marzo en Torrent, una cita en la que comparten cartel con otras bandas como La Habitación Roja o La Fúmiga. Después pasarán por el Spring Festival de Alicante, que se celebra el 30 y 31 de mayo en el multiespacio de Rabasa. Antes de que suene la música, aprovechamos para hablar con Guille Milkyway del pasado y futuro de la banda y lanzarle la pregunta del millón: cuál es el secreto de una buena canción pop.
 

- El año pasado La Casa azul celebró 25 años, no sé si, como cantaba Mecano, te ha dado por hacer balance de lo bueno y lo malo.

- Si te soy sincero, es algo que ni pensaba que iba a hacer ni que disfrute per se. He disfrutado mucho pudiendo recuperar canciones, haciendo conciertos largos o tocando en sitios donde pensaba que nunca tocaría, pero no soy nada de mirarme al espejo. Lo que me sigo sintiendo es muy afortunado. Si algo me han demostrado los años es que hay muchas vías para poder hacer las cosas y que no merece demasiado la pena meterte en lugares que no te apetecen simplemente porque crees que podría ser bueno -o no- para el grupo. En ese sentido, por ejemplo, yo soy una persona con un ritmo de publicación muy lento, sobre todo con los estándares de hoy en día, y eso aparentemente no es muy beneficioso para los grupos. Parece que si tardas en publicar cosas el mundo se olvida, pero mi caso demuestra que no siempre es así. Somos un grupo que, quizá porque la gente que nos sigue es más fiel o se lo toma con más calma, no necesitamos hacer eso. Al final es hacer un poco lo que sienta en cada momento.

 

- Dicen aquello de que a veces los noes que decimos reflejan más quienes somos que los síes.

- Puede ser. Cuando aprendí a dejar de hacer cosas simplemente porque me veía obligado me ayudó mucho a poder hacer luego las cosas que quería. No siempre eso puede ser, por eso después de estos años me siento muy afortunado, porque a pesar de los noes que he ido diciendo muchas veces, en muchas ocasiones y a muchas cosas, puedo seguir viviendo de esto. Es un privilegio absoluto.

 

- Entre esa maqueta que le hizo llegar a Juan de Pablos y la música en la que trabaja ahora, ¿qué cosas dirías que no han cambiado y cuáles sí?

- Cambian dos cosas. La estética sonora, que no es que cambie sino que evoluciona, porque aunque alimento y mantengo mis pilares de influencia, a la vez soy una persona que disfruta mucho de cualquier cosa nueva, es algo que me mantiene muy vivo. Otra cosa que obviamente cambia es mi vivencia como la persona ya 100% adulta que soy, algo que se nota a nivel conceptual. Lo que sí se mantiene es la manera de hablar sobre esas realidades cambiantes, un lenguaje que mantiene ese elemento de inocencia, de sorpresa o de costumbrismo, el intentar no revestirlo todo de metáforas innecesarias. Otra cosa que se mantiene muy viva en el grupo es no tener prejuicios, que creo que es uno de los pilares de La Casa Azul desde el principio, o ese amor mío por las melodías, los estribillos y ese elemento un poco efervescente. Hay un amor por esa canción melódica atemporal que sigue muy presente en el grupo.

 

- Lo que sí ha cambiado en estos 25 años es la presencia del pop en el panorama musical, ahora más dominado por la música urbana. ¿Cómo has vivido ese cambio de tendencia?

-Yo tiendo a ser muy escéptico con esto, en la historia de la música popular contemporánea esas idas y venidas son permanentes. Obviamente cada cosa tiene su lugar y al final es por lo que acabamos definiendo muchas veces las décadas. Por ejemplo, cuando piensas en la sonoridad de los 70 acabamos reduciéndola a los elementos que la han diferenciado de otros momentos, pero la realidad es que en cada época hay de todo y todo evoluciona un poco a la vez. Yo a veces pongo el ejemplo de Blondie y los Clash, que del primer al segundo disco realmente parecen cambiar muchas cosas, pero es que los Clash en el momento que están haciendo punk a la vez están yendo por las noches a la discoteca, donde se reunían con gente que estaba haciendo discos electrónicos y hip hop. La realidad es que se alimentaban de todo a la vez y para mí ese todo es la música pop. 

 

Obviamente el elemento urbano ha sido lo diferencial en estos últimos diez o quince años. En España, también, el mainstream acostumbra a hacer reduccionismo, a querer pocas cosas muy representativas, y al final parece que solo existe eso, pero no, en el underground sigue habiendo cosas. Después, dentro de la propia música urbana, ha habido muchas idas y venidas, de golpe ves mucha canción romántica que viene más de la bachata antigua. Ahora mismo veo, sobre todo en Latinoamérica, un retorno muy importante a la canción atemporal. Mucha gente muy joven está otra vez súper enfocada a la canción pop clásica, obviamente con algunos elementos que la hacen indudablemente contemporánea, en la manera de frasear, la temática o algunos elementos de producción. Esas tensiones entre entre el mainstream y el underground es lo que hace que vaya evolucionando.

 

 

- En ese espectro entre el mainstream y el underground, ¿dónde sitúas a La Casa Azul? 

- Parece que está con muy de capa caída decir lo de indie, porque se ha desnaturalizado el significado de la palabra, se ha confundido con lo que en Estados Unidos se llama música alternativa, que no tiene por qué. Yo me defino como un grupo indie porque hemos sido toda la vida independientes, porque participamos de esa idea, también a nivel de gestión, de que las cosas tienen que gestionarse de manera autónoma y un poco outsider de la gran industria, o como mínimo en los bordes. Moriremos como grupo y con orgullo siendo un grupo indie y perteneciente al underground. Eso es así porque es mi lugar, es donde yo me ubico. Me siento muy orgulloso de estar llevando nuestra carrera de esta manera y de estar rodeado de gente que tiene la misma visión que yo.


-En estos años la banda ha encontrado un hueco muy especial en el circuito de festivales. Igual van a un Brava, que a un FIB o a este Germanor Fest, ¿qué tiene La Casa Azul que conecta con públicos en apariencia tan distinto entre sí?

- Es algo que hemos ido percibiendo y que, además, hemos comentado dentro del grupo. No es algo buscado, pero al final ha pasado algo muy guay, aunque al principio parecía nos iba un poco a la contra. En los primeros años había esa necesidad de catalogarnos, pero luego te das cuenta de que el público de La Casa Azul es muy transveral, es muy difícil reducirlo a un tipo. Esto es algo que me hace muy feliz porque realmente creo que se acerca a esa idea que tenía al principio, esa obsesión inicial de que el grupo desapareciera, en el sentido de que no importa demasiado quién hace el grupo, sino que lo que permanece son las canciones.

 

- Volvemos también a esa idea de un enfoque desprejuiciado y transversal, que creo que también es algo que se ve en vuestras colaboraciones, que van de Soleá Morente a Fangoria, o revisitando algunos catálogos como el de Camilo Sexto, ¿hay alguna en el tintero?

-Te podría decir millones [ríe], pero es complejo porque ahora, además, es un momento en el que la norma del mercado obliga un poco a ese tipo de sinergias de colaboraciones para extraer el mejor resultado posible de cada cosa. A mí me horroriza que la manera de enfocar ese tipo de colaboración musical responda a esto. Yo estuve casi diez años trabajando en una empresa y me recuerda mucho a esas cosas que se hacen para obtener más beneficios. Hace unos años tenía muchas ganas de colaborar con mucha gente y ahora se me están quitando un poco las ganas. Quizá lo hagamos, pero de una manera natural, sin perder esa magia.

Tú has mencionado a Soleá, que para mí es un ejemplo de esto último. En breve pondremos fecha a su disco, en el que hemos estado trabajando arduamente los últimos dos años, y para mí ha sido súper gratificante. Es de las primeras veces que he estado con alguien trabajando mano a mano y creando dentro del estudio. He tenido la mala suerte de no ser demasiado bueno en la gestión del trabajo en equipo [ríe] y ella me ha también un poco devuelto la esperanza. Hay algo ahí que me gustaría en los próximos años poder llegar a hacer, que es coproducir o que me produzcan, encontrar personas que puedan sacar otra cosa a nivel de producción del grupo.

 

- Hace años que cantábamos lo de Video Killed the Radio Star, no sé si ahora es esta lucha por los streams y esas colaboraciones más forzadas las que están ‘matando’ esa creatividad.

-Sí, y no debería. Estoy convencido de que es muy difícil sacar esa conclusión de una manera muy nítida porque incluso en las [colaboraciones] que parecen enfocadas a ese elemento mercantilista luego conoces los casos personales y, coño, ha habido ahí una conjunción artística interesante y real. Pero sí es cierto que hay algo ahí que se ha manipulado un poco por parte de la gran industria cuando una de las primeras preguntas que te hacen cuando hablas de un posible nuevo disco es qué colaboraciones habrá y de un concierto grande qué invitados irán. Mata un poco la idea primordial de todo que es qué nos quiere explicar el grupo, qué quiere contar. 

 

 

- Si hiciéramos una receta de una buena canción pop, ¿qué ingredientes no pueden faltar?

-Es la gran pregunta, daría para hablar horas. Yo tiendo a pensar que hay un elemento que tienes que percibir de manera nítida desde el principio, que trasciende. Puede ser un matiz, pero hay algo ahí que a nivel vital te dice desde una escucha muy temprana que aquello está ahí para quedarse. Esto puede ser algo muy trascendente o no. ‘Saturday Night’ de Whigfield, por ejemplo, estaremos de acuerdo en que es una buena canción pop a pesar de que mucha gente pueda asumir que es una especie de patraña comercial y que no tiene ningún tipo de trascendencia, pero la realidad es que la tiene si después de tanto tiempo hay algo ahí icónico. Hay elementos, matices, que hacen que eso tenga una magia perdurable que lo separa de otras cosas.

 

Si nos vamos a la vía de los trucos en las composiciones, de las progresiones armónicas, no llegaremos al secreto de la buena canción pop porque, claro, hay cien mil canciones que tienen los mismos acordes y, sin embargo, unas tienen esa magia y otras no. Entonces, quiere decir que hay algo, que no es una sola cosa, que hace que esa magia esté ahí. Y puede pasar en canciones sin estribillo o sin una estructura muy clara, que luego acaban siendo ultra trascendentes en la historia de la música pop y asumen un estatus de atemporalidad aunque sean claramente representativas de lo contemporáneo en cada momento. Es muy complejo, pero sí creo que es algo que se ve de manera nítida en los primeros momentos de la creación. Es algo que a veces se escapa, parece que está ahí y te cuesta cogerlo, pero que lo percibes, que está ahí.

 

- No sé si recuerdas algún momento en el que hayas percibido esa magia, independientemente de que luego la canción tuviera más o menos recorrido.

- Con ‘La revolución sexual’, que realmente no es una canción que tuviera de entrada un gran reconocimiento. De hecho, uno de os primeros comentarios que recibí, no diré de quién, es que se quedaba corta. Pero yo, mientras la hacía, tuve un momento súper claro. Hay una cosa que me encanta, pero que está ultramanida en la historia de música, que es subir dos semitonos, un truco aparentemente infalible que yo he utilizado bastantes veces, pero jamás me ha trasladado la sensación que tuve como cuando lo hice con ‘La Revolución Sexual’. En ese momento sentí algo que nunca había sentido haciendo una canción y que me trasladó a cosas que yo sentía desde muy pequeño con temas como ‘Ni tú ni nadie’. No fue algo querido, pero la sensación fue esa. A veces lo buscas y lo buscas y no pasa. Recuerdo ese momento, cómo estaba sentado, esa sensación. 

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