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'A German Party', un documental sobre las entrañas de AfD y la nueva ola ultraderechista

Con un estilo contemplativo y sin pretender caricaturizar a sus protagonistas, Simon Brückner retrata en un documental el día a día dentro de un partido extremista en auge

  • A German Party

VALÈNCIA. A lo largo de los años, he conocido a mucha gente que simpatizaba o formaba parte de organizaciones extremistas. Mi conclusión, haciendo tabla rasa, es que la inmensa mayoría de ellos tenía en común una incapacidad para relacionarse en plano de igualdad con lo que le rodeaba. A partir de ahí, unos tiraban por el elitismo ideológico y otros por los movimientos autoritarios. 

Por esta naturaleza, este tipo de alternativas es difícil que se enfrenten a los mismos problemas que las opciones políticas convencionales, se desgasten intentando resolverlos y sean sustituidos por otros. El ciclo de la política. Cuando movimientos así llegan al poder, su primer objetivo es no soltarlo nunca. Lo demás, ya veremos, es lo de menos. Por eso no tienen nada de graciosos. 

Eso es lo que está sucediendo ahora mismo en Estados Unidos y por segunda vez, porque en 2021 ya hubo un amago de aferrarse al poder pasándose por el forro los procedimientos. En esa ocasión fue algo chusco, pero los conspiradores que forman el actual gabinete de Trump están siendo mucho más rápidos, implacables, sofisticados y lo peor, muy proactivos, que la otra vez.

Al Este, en Moscú, hay una dictadura militarista, imperialista y de ideología tradicionalista, es decir, un régimen fascista, que ha lanzado una invasión genocida contra su vecino, y donde cualquier atisbo de alternancia en el poder ha sido solucionado por el procedimiento de la eliminación física de los candidatos, periodistas o hipotéticos rivales. No hay visos de que eso mejore. 

La Unión Europea, el gran proyecto para traer la prosperidad y la paz al mundo, si bien ya nació con cierta querencia por la desigualdad del neoliberalismo de moda en aquel entonces, ahora se enfrenta al acoso de los dos líderes del mundo neonazi y, por si eso fuera poco, múltiples caballos de Troya la amenazan desde dentro. ¿Vamos a vivir tiempos interesantes? Desgraciadamente, sí. 

A German Party
  • A German Party -

Para conocer mejor lo que se nos viene encima, en Filmin hay un documental, A German Party, de Simon Brückner, sobre AfD, el partido de extrema derecha alemán que ha llegado al 20% en las últimas elecciones. El fenómeno que encarna este partido, personalmente, ya me lo encontré yo una vez en un lugar tan lejano como Shangay. Allí coincidí con un grupo de alemanes en un bar y, compartiendo cervezas, me dejó alucinado que, siendo más jóvenes que yo, anciano de la Generación X, eran extremadamente fachas. 

Es decir, si uno es de ideología nacionalsocialista, es un facha, pero también un freak que ha de ser consciente de ello. Aquí lo que me llamó la atención era que estos chicos, amantes del heavy metal y con largas melenas, pretendieran hacer pasar como normal su discurso, que no era otra cosa que un victimismo incomprensible. Estaban hartos, decían, de  tener que avergonzarse por ser alamanes, que estaban muy orgullosos de serlo y ¿por qué no lo podían gritar bien alto? Porque eran alemanes y Alemania y Alemania y Alemania y eran alemanes…

Yo no daba crédito a lo vacío y superficial del discurso pero, además, me preguntaba desde cuándo un alemán iba con la cabeza gacha por el mudo. Su industria era la mejor, ganaban mundiales, ejemplo dondequiera que vayan de hacer las cosas bien, con exactitud y precisión, una cultura excelsa, etc… Si es por complejines, peor vamos en el Sur y Este de Europa. Me dio la impresión de que tenían una empanada mental importante. 

Esas impresiones, ahora, al ver este documental, cobraron muchísimo más sentido. También cuando escucho a amigos que viven, precisamente, en el Este de Alemania y me cuentan cómo está de caliente el temita, que no es extraño que se insulte a los extranjeros por la calle. Al final es same old song, alguien que quiere imponerte algo siempre se va a presentar como víctima primero y aquí de lo que se trata es de que la inmigración no tenga unos derechos que se acerquen a los de los nacionales, porque los mismos es raro que los tengan. 

En A German Party, el autor siguió a miembros de Afd entre 2019 y 2021. En sus mítines, trabajos caritativos y viajes propagandísticos, como unio hasta Bosnia para entrar en contacto con la ruta de los Balcanes de inmigrantes y refugiados para sacarles fotos y enseñarlas luego en casa. 

A German Party
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Lo llamativo, aparte de que se trasiega de lo lindo en las reuniones del partido, es la obsesión de los militantes por no ser tomados por nazis. Hay discusiones constantes sobre cómo ocultar sus intenciones, no caer en simbolismos innecesarios (como homenajear a caídos de la Wehrmacht en Polonia) que les hagan “no llegar a los jóvenes a los que queremos llegar”. 

Paradójicamente, luego, en otros encuentros, esos mismos personajes comentan que el Este de Alemania no tiene nada que ver con el Oeste, donde no se pueden expresar libremente y todo son tabúes. El lenguaje en el Este puede ser mucho más agresivo y nadie se sorprende, dicen, la gente acepta que hables de “negros” públicamente.

En otro debate, muy ilustrativo, comentan que dividir a la sociedad es positivo, porque a ellos les conviene el cuanto peor, mejor. Literalmente lo dicen. Y aparte, porque consideran que quienes se les oponen “solo aprenden con dolor”. 

También queda patente la intelectualidad de chichinabo que gastan estos partidos en sus simposios. En este caso, en una conferencia sobre igualdad se concluye “la demanda de igualdad es una perversión de la justicia (…) el izquierdista quiere que la sociedad compense lo que la biología le ha negado”. 

Y en la siguiente frontera de la degradación intelectual, asistimos a diferentes actos contra las medidas por la pandemia. Al mismo tiempo, en las discusiones del partido se preguntan hasta qué punto es conveniente apostar por esa línea, porque las encuestas dicen que un 70% de sus votantes apoyaban las políticas de salud pública que se estaban llevando a cabo. 

Al final, como happy end, vemos a los protagonistas lamerse las heridas porque se han dado una toña fina en las elecciones. En las conversaciones, se habla de que todo ha sido por una conspiración de la Iglesia y los servicios secretos, entre otros. Es curioso que un caballero opine que el “populismo de derechas”, así lo llama, irá llegando al poder en todos los países que les rodean y, entonces: “los alemanes se desplomarán”. 

El estilo del director es meramente contemplativo y se cuida muy mucho de no centrarse en los exabruptos ni caricaturizar a sus protagonistas. Lo más que se le va la mano es cuando coge el plano detalle de la copa de vino que tiene debajo del atril el genio de la conferencia sobre la igualdad. 

El alcohol no creo que defina nada. No he estado casi nunca en una reunión sindical que no haya acabado con una masacre de tercios de cerveza. Y si es frecuente en la política, en todos los partidos, es porque se trabaja hasta la extenuación –al contrario de lo que se cree- y, en un momento dado, la gente necesita desahogarse con lo que sea. Es más reveladora la psique. La rabia contenida que destilan muchos de ellos. Ansias de venganza contra algo que no puede estar muy lejos de sí mismos y de las decisiones que les han llevado a estar donde se encuentran en la vida. Una frustración que nos va a amargar la vida seriamente a todos. 

A German Party
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