¿Dejamos de jugar porque crecemos o crecemos porque dejamos de jugar? Cualquier objeto que puedas encontrar al alcance de tus ojos es material para el entretenimiento. Los cocineros “bailan” con los cuchillos, los escritores emparejan las palabras y crean historias, los músicos combinan notas y crean melodías. El juego es una intención, una forma de plantearse la vida y una necesidad para huir del aburrimiento. En la vida estamos en un constante reto por avanzar, y mejor pasarlo bien por el camino. Pablo Neruda representaba esta idea perfectamente en uno de sus poemas: “El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre”.
Para los niños adultos también hay un hueco, al menos en València, más concretamente en el Máster en Ilustración Profesional de Barreira. En estas Antonio Ladrillo enseña con mimo las clases de álbum ilustrado, en las que hace volar los proyectos de alumnas como Evelyn Batista y Raquel Montero. Ambas satisfacen, en cierto modo, los anhelos de su “niña interior” lección tras lección, y dan rienda suelta a la imaginación con una única premisa, la de “aquí hemos venido a pasarlo bien”, y a aprender por el camino.
Con eso sí se juega
Las lecciones de Ladrillo se proyectan siempre desde la libertad absoluta, sin ideas preconcebidas. Probablemente la que más cuesta de desmoronar es esta misma de que “los juegos son solo para niños”, por lo que es necesario romper con el esquema preconcebido de la venta y de los públicos: “Como hay un mercado existe una necesidad imperiosa de categorizarlo todo”, reflexiona el docente, “de esta manera el mundo nos obliga a pensar en cuestiones como el público objetivo, el contenido y demás etiquetas”. Una vez derruidas estas concepciones se alcanza el nirvana artístico, que en sus clases es “poder hacer algo que me guste y con lo que disfrute”. Para ello es totalmente necesario lo de conocerse primero, llevando a los alumnos a sus límites: “Me interesa ver como piensan, descubrir sus inquietudes y retarles a salir de lo preconcebido. Sólo de esta manera lograremos buenos resultados”.
Un buen ejemplo del de como salirse de los márgenes es Montero, quien con Así somos y así nos relacionamos genera un interesantísimo relato sobre la diversidad de cuerpos, el consentimiento y la destrucción de los tabúes. Aunque de primeras parezca que aborda conceptos adultos, en realidad es un relato para todas las edades, sin categorizar, tal y como se explica en clase: “Diría que es un fanzine para todos los públicos”, aclara la autora, “y muchas veces se nota que los padres tienen más reparos al ver el libro que los propios niños, que enseguida lo entienden y empiezan a divertirse”. La intención es al final lo que cuenta, cabe descartar la idea de “dejar de hacer las cosas que nos gustan y de dejar de jugar por crecer”, que Montero (y cualquier fan del juego) considera un poco “tontería”.