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repaso a su vida y su relación con alcoi

Camilo Blanes Cortés, Camilo Sesto: una historia de reconciliación

ALCOI. “Anant entre muntanyes i valls sempre porte en la sang a la meua terreta”. Este es uno de los fragmentos de la canción ‘El meu cor és d’Alcoi’, incluida en el álbum ‘A voluntad del cielo’, que el cantante alcoyano Camilo Sesto lanzó en 1991. Y, bajo esa petición inexorable cuando llega desde arriba, se ha producido el fallecimiento de Camilo Blanes Cortés, a los 72 años de edad. Ha sido ocho días antes de su cumpleaños, en los albores de lanzar la versión en vinilo de ‘Camilo Sinfónico’ y, sobre todo, dejando desamparada a toda una ciudad. Aquella que, precisamente, ha llevado a todos los rincones del mundo, junto con su música. “Cuando viajas, lo primero que te preguntan es que de dónde eres. Yo siempre digo con orgullo que soy de Alcoy”, mencionó una vez en una entrevista. Estos días, la ciudad llora la pérdida de su hijo predilecto y medalla de oro: una distinción que le otorgó el actual Ayuntamiento en 2016. El principio de una serie de reconocimientos que, aunque llegaron con un poco de retraso, como el propio artista reconocía, supusieron mucho más que un acto político. La reconciliación con los suyos, y con su tierra.

No es ninguna novedad oír hablar sobre la supuesta relación de amor y odio que unía a Camilo con su ciudad. Un Alcoy que dejó con 18 años, teniendo que pedir la emancipación en aquel momento para poder marcharse y buscarse la vida. Se fue a Madrid con su grupo local, Los Dayson, junto al amigo Remigio y el resto de componentes. El éxito que prometía la capital por aquel entonces pasó de largo para la formación alcoyana —no en el caso de otras, donde también sería vocalista— y Camilo decidió probar suerte con la pintura, vendiendo cuadros en El Rastro, apoyado en sus estudios en Bellas Artes. Porque Camilo fue un ‘manitas’ antes de convertirse en uno de los artistas españoles más importantes del globo terráqueo: de hecho, ejerció incluso como ayudante de electricista, con Eliseo. La vena amorosa siempre le vino por aquí: tenía absoluta devoción por él y por Joaquina. Junto a la Font Roja y los esparteros —ese dulce con canela que trae muchos recuerdos de niñez a cualquier alcoyano—, siempre tuvo ojos para ellos, sus padres, de quien, dicen, Camilo aún conservaba los anillos, probablemente del enlace matrimonial, que tocaba de vez en cuando con la otra mano de manera habitual en alguna entrevista. Sí es cierto que, con sus hermanos, Chelo, Eliseo y José, Pepe, nunca tuvo una relación especialmente estrecha. Afincados todos en Alcoy, con este último, el único que sigue vivo de los tres, era con el que se llamaba de vez en cuando. Con Eliseo, la cosa fue entrañable en el último momento: Camilo y él tuvieron un bonito acercamiento después de mucho tiempo cuando estuvo en Alcoy con motivo de su homenaje.

Nombrado hijo predilecto y medalla de oro en 2016; reconocimientos que, aunque llegaron con un poco de retraso, como el propio artista reconocía, supusieron más que un acto político

El hogar familiar de Camilo cambió varias veces de domicilio: la casa de Isabel La Católica número 1 fue la que le vio nacer. Más tarde, el clan Blanes Cortés se mudaría al barrio alcoyano de Els Clots, para finalizar en una casa de la calle Anselmo Aracil. Camilo estudió en los Salesianos del centro; allí debutó en el coro de la iglesia. Su don artístico se perfilaría en varios rincones de la ciudad, como La Seu, cerca de Carmelitas. Lo combinaba con sus días de veraneo en la casita familiar que tenían entre l’Alqueria d’Asnar y l’Alcúdia. La filà Judíos, a la que pertenecía, fue la niña de sus ojos: de nuevo, por su padre, fundador de la misma. Pero los dos trajes que conservaba en su finca de Torrelodones, derivados de este fervor que caracteriza a una gran parte de los alcoyanos, no serían motivo suficiente para regresar de vez en cuando a su tierra, que lo echó de menos hasta hace poco. Es más; los rumores de este ‘odio’ vendrían, precisa y supuestamente, por este olvido hacia la ‘terreta’ por parte de uno de sus vecinos más internacionales. Malas lenguas, aseguran otros; aquellos que, en cambio, no llevan la cuenta de las veces que Camilo pronunció la palabra “Alcoy” y que, dicen, siempre ha sido el embajador número uno del lugar que le vio nacer.

El reencuentro más esperado

Aunque parece más que obvio que Camilo nunca olvidó a Alcoy en su andadura profesional por Madrid, Miami y otros escenarios, no fue hasta 2016 cuando el amor entre el cantante y su ciudad se tornó en compromiso. “Llevábamos años intentando que la ciudad le diera un reconocimiento a Camilo, hablando con gobiernos municipales anteriores, sin ningún éxito”. La iniciativa, “con la que se pulió” cualquier resquicio de odio del artista hacia Alcoy, surgió del propio Club de fans de Alcoy, que preside Gilberto Molina, y que se ha visto obligada a cancelar una exposición de pintura sobre la temática musical de Camilo dentro de los actos de su aniversario por su fallecimiento. Sus cerca de 80 socios, más de 860 simpatizantes, impulsaron incluso una recogida de firmas que pedía, a gritos, esa famosa calle para el cantante. 

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