ALICANTE. Alicante lo vuelve a intentar con la antigua refinería de La Británica y, esta vez, lanza la primera propuesta concreta tras años de declaraciones de intenciones con el objetivo de lograr su rehabilitación y recuperación para uso público. Ahora, con el acicate de poder disponer de fondos europeos como vía de financiación. La Concejalía de Urbanismo que coordina el edil Adrián Santos Pérez (Ciudadanos) acaba de sentar las bases de un proyecto a ejecutar en varias fases con el que se pretende reconvertir las instalaciones industriales que pertenecieron a Campsa en un espacio polivalente de uso cultural y museístico. Eso sí, su contenido específico y la naturaleza de ese futuro museo está todavía por definir, ya que dependerá del presupuesto con el que se acabe contando finalmente y de las fases que se puedan materializar con esos recursos.
En principio, en la cuantificación que ya se ha registrado ante el Ministerio de Transición Ecológica como manifestación de interés para optar a los fondos Next Generation del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia asciende a 15 millones, en función del coste estimado inicialmente por los técnicos municipales para poder acondicionarlo. En todo caso, el ayuntamiento también podría recurrir a parte de los remanentes de crédito de los presupuestos de 2019 y 2020, que se prevé que puedan superar los 39 millones de euros, para acometer el inicio de los trabajos.
La propuesta comprende, en primer término, la adecuación de sus accesos, desde las faldas de la Serra Grossa, en una intervención que permita permeabilizar el paso peatonal desde la parada del tranvía en Sangueta. A partir de ahí, se plantea la limpieza y la consolidación de las ocho grandes cámaras de más de doce metros de altura en las que se almacenaban los depósitos de combustible, así como otras 16 cámaras laterales de un tamaño menor. Todo el conjunto se conecta por una extensa red de pasillos también excavados sobre la roca desde el interior desde finales del siglo XIX, que también deberán quedar despejados y adecuados para el acceso de visitantes.
Lo cierto es que la recuperación de esos espacios no es una intervención menor, ya que las instalaciones permanecen cerradas y abandonadas desde 1966, cuando Campsa desmanteló la refinería y extrajo los tanques metálicos en los que se almacenaba el combustible.