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el artista alicantino prepara ya nuevos proyectos en tailandia

Antonyo Marest alza un tótem de color en Miami: ocho alturas de icono pop en la sede de Spotify

  • Miami Sunrise Tower, en el distrito de Wynwood, Miami (EEUU).

ALICANTE. El artista urbano Antonyo Marest ha ido muchas veces a pintar a Miami, en Estados Unidos. Ha estado en varias ocasiones en la feria Miami Art Week, pero una de sus intervenciones más célebres fue en 2019, con motivo del Art Basel organizado por el Centro Cultural Español (CCE) de Miami, donde pintó un mural exterior de más de cincuenta metros en el patio de su sede. Una actuación que le dio al alicantino la suficiente notoriedad como para que fuera convocado años después para un concurso de ideas promovido por la iniciativa privada en la ciudad.

The Oasis es el proyecto de una gran constructora que tiene innumerables planes en el distrito de Wynwood, donde ahora acaban de levantar un complejo de oficinas en el que Spotify ha implantado su nueva sede. Lugar que pedía a gritos una intervención artística, por lo que la constructora y la plataforma musical solicitaron ideas. Entre los numerosos artistas internacionales a los que llamaron la puerta, Marest fue el escogido, con un proyecto que se ha acabado convirtiendo en todo un icono pop de la ciudad y de ambas compañías. Una obra que puede involucrarle a partir de ya en más de una decena de proyectos e incluso convertirle en la imagen de Spotify.

Antonyo Marest durante su última intervención en Pelican Club, en San Juan Playa.

La visión fresca del muralista —que no se incluye en el mismo tipo de arte que se practica allí, pero que sí encaja a la perfección ya que la ciudad precisamente es una de sus fuentes de inspiración—, ha conquistado del todo a los magnates que comandan el proyecto. En este caso, un tótem de ocho alturas que se levanta en la zona de descanso de estas oficinas. “Querían algo que, a través del arte contemporáneo, se integrara en el entorno a la vez que aportaba valor a la comunidad en la que se iba a establecer este complejo”, explica Marest.

La pintura no era suficiente, así que optaron por una gran instalación que es permanente, pero que puede ser fácilmente desmontable. Una estructura hecha a base de contenedores del puerto, que se encuentra cercano a este enclave. “Tenía que ser algo grande que levantara la vista de la gente”, apunta. Y así se alzó ese armazón que después se cubrió de pintura, pero que en esencia transmite la idea de cerrar el círculo de la revalorización de materiales a través del reciclaje. En su base, un bar para los trabajadores y habitantes de la zona. Encima, ocho pisos de pintura contemporánea que emerge como nuevo símbolo del barrio, integrándose la obra en el paisajismo.

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