Altea está tramitando su nuevo plan general de urbanismo para dar carpetazo al de 1982: es decir, de hace 42 años, tela. El municipio esta regentado por una coalición entre Compromís y PSOE, con el alcalde Diego Zaragozí al frente y el de Urbanismo, José Orozco, en un subfrente vital como es el de la ordenación del espacio que queda en unos de los pueblos con mayor encanto de la Comunidad Valenciana. Ambos son de Compromís y gobiernan con el apoyo de un PSOE bastante disminuido. La idea es desclasificar 8 millones de metros cuadrados (sierra de Bernia, y franja litoral, entre otras áreas) para evitar la dispersión, que el ladrillo no invada todo lo habido y por haber, y que el paisaje rústico alteano sea aún reconocible. Ocho millones de metros cuadrados: bastante.
Esta iniciativa es una especie de cuidados paliativos a la deteriorada franja/litoral de toda la Costa Blanca donde afloran chalés y urbanizaciones por doquier: no hay más que darse un paseo por la autopista desde Alicante hasta Pego/Oliva, o al revés, para observar la depredación urbanística, para comprobar los criterios demoledores que han primado en estas últimas décadas de democracia. Y si matamos el paisaje, matamos a la gallina de los huevos de oro que es el turismo. Un círculo vicioso y perverso en el que el Gobierno local de Altea ha optado por poner freno, por la contención en un entorno bastante viciado (La Nucia, Polop, L'Alfàs del Pi...). Veremos en qué quedan las buenas intenciones de Compromís, ya que la última palabra para ratificar el Plan General (ahora en fase inicial) la tiene la Conselleria de Urbanismo. Y veremos en qué quedan las presiones de tenedores de suelo, urbanizadores y promotores con expectativas ladrilleras.
Tendemos a pensar que la derecha es menos escrupulosa en estas materias aunque el actual Consell (PP y Vox) se ha mantenido firme en la denegación de licencias para megaplantas de energía solar. Altea: me preocupa si el planeamiento global va a bajar al detalle del grave problema que tiene el núcleo urbano con el aparcamiento. Mejor dicho, nulos planes alternativos para aparcar, ya que en días punta es misión imposible. Y en días no-punta también. A mí personalmente se me quitan mucho las ganas de ir al Palau Altea, con una programación cultural más que notable, por ese motivo: por el infierno de aparcar. No sé si debería explorar la opción de coger el trenet... aunque tarde medio siglo en llegar (desde Elche). Medio siglo o siglo entero. Pero bueno: hay intenciones de dejar un poco fuera a Altea del paisaje asalvajado de nuestros municipios costeros (excluyo Benidorm: tienen un modelo óptimo avalado por los más prestigiosos urbanistas, incluido uno de los grandes gurús de la sociología urbanística como Mario Gaviria, fallecido hace cinco años).