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LAS SERIES Y LA VIDA 

Un lugar feliz llamado Cicely: elegía a 'Doctor en Alaska'

VALÈNCIA. El circo llega a Cicely, Alaska. El dueño resulta ser un doctor en física experto en el mundo subatómico y la física cuántica. Ante la sorpresa de Chris, el de la radio, sobre el hecho de que haya abandonado la ciencia y montado un circo, llega una respuesta sorprendente pero cargada de lógica: “la física siempre me creaba ansiedad. En el nivel subatómico, todo es tan extraño, tan insondable. Con la magia, tienes algo de control”.

Eso es, la magia es más segura. Este consejo de un científico desesperado al descubrir que la estructura del universo está construida sobre la nada y el misterio, es un maravilloso diálogo de uno de los bellos capítulos de Doctor en Alaska (Northern Exposure en el título original). Y, tal vez, debería inspirar a quienes van a hacer un reboot de la serie, es decir, un reinicio, retomando a los personajes 23 años después de su final, según acaba de anunciar esta semana CBS.

Ay. Saltan las alarmas de quienes amamos esta serie inolvidable. ¡Qué miedo! Por una parte, qué bonito sería volver a Cicely y vivir allí un tiempo más ¿verdad? Cierto que para eso ya tenemos seis temporadas, 110 capítulos que podemos ver y volver a disfrutar siempre que queramos. ¿Para qué más? 

Y es que... ¿recuperar a los personajes tantos años después y ver qué ha sido de ellos? ¿Queremos eso? ¿No es demasiada melancolía? ¿Por qué tocar lo que es perfecto? La cuestión es que no se trata solo de una operación comercial (que también). Varios de los actores llevan años diciendo que les gustaría hacer algo con la serie. De hecho, Rob Morrow (el doctor Fleischman) y John Corbett (Chris) son productores de la nueva serie. Pero a lo mejor tiene razón Joaquín Sabina con aquello de “que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”. 

Parece mucho riesgo esto del reboot, aunque no deja de tener su lógica. En este momento dulce de las series, en el que la diversidad y la originalidad son valores, Doctor en Alaska encaja como un guante puesto que ya era diferente, original y arriesgada en su momento. No es raro que mirando atrás en busca de precedentes de esta edad de oro, de plata o de lo que sea, de la ficción televisiva se recale en la aventura del pijo doctor neoyorkino que fue a parar al extravagante pueblo de Cicely, Alaska, puesto que no dejaba de ser una rara avis.

Aunque no la única. Doctor en Alaska llegó en 1990, el mismo año en que apareció Twin Peaks. Y aun siendo una de ellas la obra de un creador de personalidad única, un autor con todas las letras como David Lynch, y la otra no, nos damos cuenta de que ambas series tienen sus puntos de contacto: la coralidad, cierta presencia de lo sobrenatural y el retrato de una comunidad bien definida y particular que tiene sus propias reglas, que se nos descubre a través de la mirada de alguien ajeno, del que viene de fuera. Y a todo eso hay que añadir el hecho innegable de que hacían saltar clichés, eran impredecibles y nos sorprendían y maravillaban en cada capítulo. 

En realidad, son como la cara y el envés. Productos y relatos genuinamente USA, solo que una muestra el lado oscuro y siniestro, y la otra es luminosa y optimista. Doctor en Alaska es lo mejor de Frank Capra. Es Vive como quieras (You Can't Take it With You, 1938), aquel emocionante canto a la libertad y la convivencia de lo diferente. 

Lo que esto quiere decir, entre muchas otras cosas, es que la llegada de la Edad de Oro de las series (Los Soprano, The wire, etc.) no surge de la nada. No es una conjunción astral, ni una confabulación de talentos, ni un estallido creativo sin precedentes. Tiene sus antecedentes, su linaje y su genealogía, con un buen número de series que arriesgaron, rompiendo estereotipos y expectativas. De ese modo, llevaron cada más lejos o directamente dinamitaron los límites (narrativos, estéticos, temáticos) de la ficción. En fin, que sin ellas no habría Edad de Oro. 

Ed es un joven que desea ser cineasta y se cartea con ScorseseBogdanovich o Woody Allen, a los que da consejos. Ve a Fellini por las calles porque a veces Cicely parece Amarcord. Un día decide hacer un reportaje sobre el último artesano que fabrica flautas de madera para que quede un documento de un arte que se va a perder, pero acaba abandonando la cámara para aprender a hacer él las flautas, porque no hay mejor modo de preservar las cosas y evitar su pérdida que optar por la realidad y no por la imagen.

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