ALICANTE.Se oye el silbido de la cafetera. El aroma del café inunda las estancias del apartamento y las habitaciones, decoradas de manera rudimentaria, transitoria, de veraneo, adquieren a través del olfato la particular esencia del hogar. Todavía está oscuro. Llenas la taza y te diriges a la terraza con ella en la mano, humeante. Frente a ti, la inmensidad del Mediterráneo, sobre el que, poco a poco, empieza a despuntar el día. Un disco rojizo que asoma por el horizonte, diferente cada día, te han dicho, y es algo que pretendes comprobar cada vez que puedes, al igual que los habitantes de los cientos, miles de apartamentos que te rodean, en este pequeño rincón superpoblado de la costa alicantina, sin cargo de conciencia. ¿Por qué habrías de tenerlo?
Entre 1987 y 2011 se construyeron en España dos hectáreas diarias en los primeros quinientos metros del litoral, gran parte de ellas en la Comunitat Valenciana. El estallido de la burbuja dejó un paisaje de obras paralizadas, bosques de grúas desmontadas, daños al medio ambiente, casos de corrupción ocupando páginas y páginas de los medios de comunicación y horas y horas de trabajo en los juzgados, cambios de gobierno y gobiernos cambiados, conversaciones de bar, de sobremesa y la preocupación por una economía maltrecha y un futuro incierto.
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Pero a pesar de todo ello, parece que el ladrillo vuelve. Antes de que suceda, convencidos de la máxima de que hay que conocer el pasado para no cometer los mismos errores en el futuro, los periodistas Ana Tudela y Antonio Delgado, especialistas en investigación económica, análisis y visualización de datos, creadores de la web Datadista, se montaron en una Triumph y recorrieron varias veces los dos mil seiscientos setenta kilómetros de la costa mediterránea, más de quince mil kilómetros de viajes y conversaciones, para saber cómo habíamos llegado hasta aquí. Y el resultado es Playa Burbuja. Un viaje al reino de los señores del ladrillo.
«Podríamos haber hecho diez libros como este, de más de quiientas páginas. Una de las cosas que ha resultado más complicada ha sido seleccionar las historias. Algunas de ellas tenían que estar, porque son emblemas de lo que ha ocurrido en la costa, y desde un principio decidimos entrar a contarlas como nunca se habían contado; informaciones que no habían aparecido hasta que se plasmaron en el libro, pero cada vez que vas a un pueblo, y nosotros nos hemos recorrido dos veces todo el litoral, con la idea de plasmar cómo estaba todo antes de que volviesen las grúas, y desapareciera esa imagen de esqueletos en espera, cada vez nos hemos encontrado con algo nuevo que explicar. Por ejemplo, Palomares en un inicio no estaba, pero en cuanto nos pusimos a investigar un poco, tuvimos claro que debía estar, como ejemplo de la manera en que se han hecho las cosas aquí, y de cómo el ladrillo cambia la estructura de los gobiernos, incluso de los secretos de Estado, como en este caso».
En el principio de todo está Marbella y Banús, cuando terminada la Guerra Civil, los que han logrado colocarse entre los amigos del régimen de Franco empiezan a sacar réditos de su posición. Uno de ellos es José Banús, que hizo un importante capital gracias a las obras públicas y al ladrillo. Pero no se quedó ahí y consiguió una de las primeras concesiones de la Ley de Zonas y Centros de Interés Turístico Nacional (CITN) que Manuel Fraga Iribarne había impulsado desde su llegada al Ministerio de Información y Turismo en 1962. Este es el germen que lo inoculará todo en los años venideros, y que se fue acercando hasta la costa valenciana, que acogió el espíritu emprendedor de las promociones turísticas e inmobiliarias con entusiasmo. Tanto hay que contar, que el trabajo más arduo de los autores ha sido el de decidir qué era lo que quedaba fuera.