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EL MURO

Pasen y vean

  • Imagen de la entrada al IVAM desde el interior del centro Julio González. Foto: EVA MÁÑEZ

Treinta años pueden parecer para algunos una eternidad, pero que una institución valenciana de “nueva” creación allá por finales de los años ochenta del pasado siglo los cumpla y haya sobrevivido a tantas circunstancias coyunturales es como para celebrarlo a lo grande. Más aún si pertenece a esta sociedad tan cambiante y cainita que prefiere la ruina al éxito, o a la normalidad. El Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) cumple tres décadas, que se dice pronto.

Tenía razón su actual director José Miguel G. Cortés cuando en una entrevista afirmaba que el único secreto del museo es que nació a partir de un proyecto sólido, comprometido y con voluntad política firme.   

El IVAM fue pionero en ese sentido y se consolidó como edificio  y marca cuando ya disponía de una colección y unos fondos, pero sobre todo una línea de trabajo bien definida a partir de pilares como Julio González, el pop, el informalismo, la fotografía y Pinazo como inicio de la modernidad en el crepúsculo valenciano. El museo fue  modelo a seguir, con la diferencia de que otras comunidades construyeron su propio centro de arte moderno o contemporáneo a partir de un edificio y no de una colección. Así les ha ido a muchos de ellos. Pero entonces había que seguir la estela del organismo valenciano y apostar por un nuevo concepto de modernidad y, de paso, aprovechar la ola que había generado el IVAM y el feed back cultural y social en el panorama nacional e internacional.

Bien es cierto que añadiría que, además de contar con un proyecto sólido, también nació con el apoyo de gran parte de la sociedad que lo acogía y mayormente del mundo artístico -frente a discrepancias de matiz periodísticas a las que siempre hemos estado acostumbrados u otros intereses de poder artístico- que peleó para que nadie ni nada pudiera cambiar su sentido y rumbo. Fue un acierto.

Sí, hubo peros. Sólo hay que recordar aquella batalla entre sectores de la crítica o de estilo; aquel debate en torno a un Instituto Valenciano de Arte Moderno frente a un Instituto de Arte Moderno Valenciano, lo que le hubiera convertido en un simple espacio de mirada provinciana. Pero poco más.

El IVAM posee hoy una colección de auténtico lujo que no es de las instituciones sino de la sociedad valenciana. Eso sí, gracias a la eficacia de los que por allí han pasado como gestores y que aportaron su conocimiento para su crecimiento, así como a las donaciones y depósitos que instituciones y artistas han realizado a lo largo de su historia, salvo excepciones de criterio, por supuesto.

No se trata de hablar ahora de los nombres que se han venido sumando al proyecto o han pasado por él. Todos compartieron, en principio, una misma línea a seguir, con sus lógicas diferencias de criterio. Pero ha sido una suma, a pesar de los años de agonía y descrédito que también sufrió el organismo durante una etapa que casi apaga del todo su brillantez y termina con su representatividad. Ahí están el ejemplo. A puertas de los tribunales.  

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