VALÈNCIA. Han pasado cinco años desde su último largometraje, [Rec]3 Génesis (2012) y Paco Plaza (Valencia, 1973) comienza una nueva etapa tras dejar atrás la saga con la que consiguió renovar el cine español de terror y convertirse en un director internacionalmente respetado.
Ahora regresa con Verónica, en la que reconstruye el caso de una joven que, a principios de los noventa, tras jugar a la Ouija, manifestó sentirse asediada por presencias sobrenaturales, y esos hechos reales los utiliza para configurar una magistral fábula terrorífica en torno al paso de la infancia a la edad adulta que habla sobre el miedo a crecer y sobre esos monstruos que se materializan a través de nuestras peores pesadillas y que nacen de los más profundos miedos e inseguridades.
- Da la sensación de que Verónica es una de sus películas más personales.
- Es curioso, porque empezó siendo un encargo, y a lo largo del proceso me di cuenta de que tenía una implicación muy especial con ella. Todas las películas son en cierta parte autobiográficas y forman parte de uno mismo. Siempre que rodamos, nos estamos retratando, y en esta ocasión creo que hay mucho de mí en ella, quizás por la empatía total que siento hacia Verónica. Los dos teníamos la misma edad en 1991, que es cuando transcurre la acción. Y eso ha contribuido a que empapara al personaje con mis propios intereses en ese momento. Ya no solo me refiero a los aspectos más superficiales, como mi afición a Héroes del silencio o a la parapsicología y el ocultismo, sino a lo más importante, a lo que constituye el nudo central de la película, que no es otra cosa que la angustia por crecer, el miedo a convertirnos en adultos.
- ¿Cómo quería plasmar ese paso de la niñez a la edad adulta?
- Quería hablar del extrañamiento. Es un momento muy delicado en el que se suceden multitud de procesos y cambios físicos muy agresivos que hacen que incluso no te reconozcas a ti mismo, porque al fin y al cabo te estás convirtiendo en una persona distinta. Es la primera vez en la vida que tienes la sensación de ser una crisálida, de estar saliendo de un caparazón en el que estabas protegido, al mundo exterior. Y eso da mucho miedo.
- Se trata de una película eminentemente femenina en la que apenas tienen espacio los hombres.
- Últimamente, casi de manera militante, solo leo literatura escrita por mujeres. Y muchas de las películas que más me gustan tienen una mirada femenina. Sentía una atracción muy fuerte por todo el proceso que atraviesa Verónica, porque su transformación yo la comparaba con la de convertirse en hombre-lobo. Además del proceso físico, también cambia la mirada que el mundo tiene sobre ti. Y eso te hace replantearte cosas, estar sujeto a una serie de presiones con la que no contabas. Es una crisis de identidad muy profunda, porque dejas de ser quien se supone que eras.
- En los últimos tiempos algunas directoras se han encargado de aportar una perspectiva diferente dentro del terror. ¿Crees que esto ha supuesto una revolución dentro del género?
- Sí, y no solamente en el terror ocurre eso. Si miras la cartelera de cine español las películas más interesantes, como Verano 1993 o Julia Ist. están dirigidas por mujeres. Creo que es muy delicado hablar de una mirada femenina, pero sí tengo claro que supone una manera de ver el mundo diferente. Llevamos muchos siglos leyendo historias contadas por hombres, y viendo el mundo a través de sus ojos. El relato cultural que consumimos está lleno de construcciones arquetípicas de lo que significa ser hombre y mujer que vienen determinadas desde solo una perspectiva, y cuando quien toma el altavoz para explicarlo es la otra parte, el enriquecimiento es inevitable.
- Me gusta mucho cómo retrata el entorno doméstico, y cómo la armonía se va desmoronando cuando se introduce el elemento fantástico.
- Para mí la película tiene una vertiente casi documental. Siempre he pensado que para que empatices con una película de terror, para que te afecte y te importe lo que les pase a los personajes, es muy importante imaginarlos dentro de un espacio real y concreto, que no sean una abstracción. Por eso quería que el retrato de Verónica fuera lo más naturalista posible, cuantos más datos supiéramos de ella, mucho mejor.
En cuanto a la introducción del elemento fantástico, me gustaba que fuera siempre desde los ojos de Verónica. Cuando ella empieza a experimentar cosas, es cuando el espectador también comienza a verlas. En ese sentido, es una película con un punto de vista muy estricto.