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Marcos Gisbert reconstruye la vida del pianista transgénero Billy Tipton a través del teatro

  • Foto: ESTRELLA JOVER.

VALÈNCIA. A pocos metros de donde fue ahorcada Margarida Borrás, una de las primeras mujeres trans reconocidas en la historia de València, en pleno siglo XV, el escritor valenciano Marcos Gisbert celebra el éxito tras haber recibido el premio LAM por su obra La armonía de las esferas. Un reconocimiento por la visibilidad LGTBI otorgado por la Fundación SGAE y la Asociación Cultural Visible. Se trata de un relato dramatúrgico que pretende consumar su finalidad: ser interpretado para hacer llegar la historia a todos los públicos. Así lo desea el propio autor, que pone en bandeja detalles recopilados de una vida marcada por un cambio de identidad sexual impuesta. De cómo Dorothy se transformó en Billy para acceder a un terreno musical restringido a lo masculino, al piano de un salón de jazz.

La historia de transformismo escénico a su vez esconde una historia dura de identidad; porque a Billy Lee Tipton nadie de su entorno profesional o familiar le llegó a conocer con rasgos anatómicos de mujer hasta su fallecimiento, en 1989. Sobre las tablas, el protagonista interpretará a uno de sus tres hijos adoptivos, Scott, que en la vida real decidió indagar la historia de su padre cuando, ya en el lecho de muerte, un enfermero abrió la camisa de su pijama y descubrió su sexo femenino. "Me interesaba mostrar aquello que parece como un arcano; algo que hoy no se puede explicar pero ha estado ahí siempre, desde los inicios de la civilización, en Grecia y en Babilonia". Gisbert se refiere a la historia de las conversiones de género, y asegura que "ha sido una realidad muy silenciada, como la de todas las minorías". 

Foto: ESTRELLA JOVER.

"Es extraño que nadie se haya interesado por este caso, que no haya habido películas sobre su vida, porque es un personaje muy magnético". A través del texto de Marcos Gisbert, Scott recorre pasajes de la vida de su padre, reconstruyéndola en diferentes espacios y manteniendo conversaciones con personas de su entorno. Un círculo al que ocultó sus motivaciones, sus sentimientos reales y su propia identidad sexual. Todos los personales con los que dialoga nacen de la voz de otro actor, que cambiaría de personalidad en cuestión de instantes con elementos de caracterización rápida; algo que lo convierte en una pieza contemporánea pero, al mismo tiempo, de una teatralización muy cercana al cabaret, el movimiento escénico con el que Tipton convivió.

"Con esta obra he vertido vino nuevo en obres viejos; utilizando patrones clásicos de narración de historias con contenido vibrante, estimulante e inspirador"

"Para conocer la verdadera historia de Billy fue clave un libro que encontré de una crítica literaria feminista, una ganga de segunda mano que resultó ser una biografía al detalle, recopilando fuentes de familiares, mostrando fotos, recortes de prensa, y que logra aportar una visión extensa y propia", explica Gisbert. Obtuvo una información veraz y próxima de un caso no del todo excepcional, pero sí extraordinario por inverosímil. Paralelismos en el mundo del cine reflejarían únicamente el espectro opuesto, el de las mujeres trans que han sufrido por mostrarse como hombres en su vida pública. 

Entre las referencias más premiadas y destacables encontraríamos casos reales como el de la tailandesa Beautiful Boxer (Ekachai Uekrongtham, 2004) y ficciones con infinidad de tratamientos. La primigenia, No quiero ser un hombre (Ernst Lubitsch, 1918), era una comedia en la que una mujer se travestía para acceder a privilegios de hombres: jugar a póker y fumar. No queda demasiado lejos de la historia de Billy, que con su transformación solo pretendió irrumpir en un mundo prohibido, copado por hombres, el de los reyes del jazz.

"Hoy sería imposible una historia así porque el nivel de exposición es muy alto, por las redes sociales, la comunicación masiva. Pero en la época que le tocó vivir a Billy todavía no había ni televisión, el trato con las personas era cara a cara. Además, la sociedad estadounidense de los cincuenta era muy mojigata y pudorosa; dificultaba todavía más la revelación del género", relata Gisbert, que no pone en duda la enorme dificultad de ocultar el sexo durante toda una vida a hijos adoptivos, parejas sentimentales y entorno amistoso.

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