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La nave de los locos

Larga vida a las cabinas

  • José Luis López Vázquez, en 'La Cabina' de Antonio Mercero.

A veces, muy pocas veces, la vida deja de ser cruel y nos trae una buena noticia inesperada. Nos habíamos hecho a la idea del final de las cabinas telefónicas, y eso nos   había causado honda tristeza. Temíamos que este Gobierno atroz aprobase el pasado viernes un decreto-ley para que las cabinas dejasen de ser “un servicio universal de telecomunicaciones”.

Así se lo había recomendado la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), organismo público que podría ser disuelto sin que el mundo lo advirtiese y que debe su notoriedad a los pellizcos de monja que aplica a las petroleras, las telefónicas y las eléctricas cuando estas atentan contra los consumidores con suma frecuencia.

Pero el Gobierno presidido por el veleta Sánchez, en otro de los volantazos de su política cliclotímica, ha dado marcha atrás. A falta de de mayor concreción, Telefónica u otra compañía se verá obligada, a partir del 1 de enero, a mantener en funcionamiento las 16.000 cabinas que seguían operativas, muy pocas si se las compara con las 55.000 existentes en 1999, antes de la completa extensión de los teléfonos móviles.

El mantenimiento de las cabinas es un engorro para Telefónica, que asegura perder tres millones de euros anuales con el contrato firmado con el Estado, que expiraba el 31 de diciembre. No obstante, esas pérdidas son compensadas generosamente con las subidas periódicas y unilaterales que la compañía aplica a las tarifas de sus clientes de Movistar, como la que entrará en vigor a comienzos de 2019.

‘La cabina’ de Antonio Mercero

En las últimas semanas, la anunciada muerte de las cabinas me había sumido en una vaga y pasajera melancolía. Admito no haberles usado en los últimos quince años, pero no podía concebir el paisaje urbano sin su existencia. De niño eran como habitáculos encristalados que asociaremos siempre a la magistral interpretación de José Luis López Vázquez en la película de Antonio Mercero. Siendo adulto, las cabinas perdieron consistencia y se transformaron en postes que sólo disponían de dos mamparas laterales para aislarse del ruido exterior, lo que rara vez ocurría. Al anunciarse su indulto habían cumplido los 90 años.

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