CASTELLÓ. Nos dejamos llevar por ella, a la par que nos dan vértigo sus avances. Es esa cosa que tiene la tecnología, que no podemos vivir sin ella, pero a la vez nos asusta que nos pueda 'absorber' por completo. Que también haga suyas prácticas tan nuestras, tan humanas, como el arte. Porque parece ser que nadie dudaba de que un robot podría perfectamente viajar a la luna, ¿pero pintar un cuadro? ¿bailar? ¿o lograr emocionar? Precisamente, a punto de acabar el año se hacia viral un vídeo de unos robots bailando el twist, a golpe de Do You Love Me, mejor que muchos humanos. Causó sensación. Y también desconfianza. No tardó en aparecer en el vídeo que colgaron desde la empresa Boston Dynamics, en YouTube, aquel esperado comentario que decía eso de, "robots are gonna take over the world" (los robots se apoderarán del mundo).
Es, parece, nuestro mayor temor. Pero también fue la tecnología nuestra principal (o la única) aliada para disfrutar del arte y de la cultura en los meses de confinamiento. Creen, en consecuencia, Julia Galán y Francisco Felipe -ambos doctores en Bellas Artes por la UPV- que "el temor a que la tecnología pueda llegar a dominarnos o alienarnos carece de fundamentos". Así lo ponen de manifiesto en el libro que acaban de publicar, Realidad Virtual, construyendo el presente del arte, el diseño, la arquitectura y el entretenimiento, donde realizan un análisis sobre la capacidad de la digitalización para gestionar, crear y distribuir informaciones, más allá de lo que nuestros ojos han podido ver por el momento. Sobre él charlarán además este miércoles, a las doce del medio día, en el Menador de Castelló.
"Desde los albores de la historia de la tecnología el ser humano siempre ha convivido con ella, y como creación suya, ésta ha estado a su servicio. Además, el afecto y el contacto que todas las personas desean y necesitan es algo que la tecnología puede canalizar en determinadas circunstancias, pero nunca puede sustituir", aseguran ambos profesionales, quienes también dejan claro que en el caso de la realidad virtual, esta "no deja de ser solo un medio más desde el que poder construir un discurso artístico". Tan válido, sostienen, como "el carboncillo, el óleo, el bronce o un instrumento musical". Será pues, decisión de la propia artista si dejarse llevar, o no, por este sistema de simulación que puede, a su parecer, "favorecer o ayudar a que el mensaje llegue mejor a su público".