Hay existencias que discurren plácidamente, sin apenas sobresaltos. Los días rutinarios se suceden con dulzura aderezados muy de vez en cuando con algún temblorcillo que rompe la monotonía. Por supuesto, también se da el caso contrario: trayectorias rocambolescas en las que cada jornada trae un terremoto, un chute de emociones al límite, un derrape vital. En esta segunda categoría encajaría sin duda Hedy Lamarr.
Nacida en Viena en 1914, compaginó su carrera en el mundo del celuloide con su intenso afán inventor. De hecho, junto al pianista George Antheil, desarrolló la técnica del espectro ensanchado, antesala de lo que más tarde acabaríamos conociendo como wifi. Además, su papel en Éxtasis (1933) la convirtió en la primera mujer que interpretó un orgasmo en una película y también la primera en aparecer desnuda en la gran pantalla. Todo un escándalo. Tras escapar de un matrimonio infernal con el magnate de la industria armamentística Friedrich Mand, esta pionera de las telecomunicaciones llegó a Hollywood, donde participó en títulos como Lady of the Tropics, I Take This Woman, Noche en el alma o la legendaria Sansón y Dalila. Ahora, la editorial Grafito publica Objetivo Hedy Lamarr, un cómic en el que entremezcla vivencias reales de la actriz con dosis de ficción. Glamour, experimentos, misterio…y nazis tratando de hacerse con las investigaciones de la artista para mayor gloria del Tercer Reich. Los valencianos Ricardo Vilbor y Ángel Muñoz firman guion e ilustraciones respectivamente, mientras que Abel Pajares ejerce de colorista.
Sin embargo, la idea de poner en marcha esta travesía por el universo Lamarr no surgió de ninguno de ellos, sino de Yolanda Dib, una de las responsables de Grafito. Como sucede a menudo con esas figuras que se acaban convirtiendo en nuestros iconos personales, en obsesiones de referencia, la editora llegó a la polifacética actriz por casualidad: “mi marido me pasó un artículo sobre su vida y me pareció brutal e increíble su historia, no entendía cómo era posible que no estuviera mucho más difundida. Me estalló la cabeza. A ella no se le reconoció su trabajo hasta muchos años después, cuando ya era una anciana, y yo sentía que teníamos el deber de seguir fomentando ese reconocimiento”. La fascinación de la editora no se limita a los resultados obtenidos por la investigadora, sino también por sus inicios, por los adoquines con que ella misma se encargó de construir para poder seguir avanzando por la vida: “Fue prácticamente autodidacta, una persona hecha a sí misma y que se adentró en un mundo tecnológico en el que reinaban los nombres. Hay que tener en cuenta que se trataba de una mujer en los años 40 y que a nosotras todavía nos cuesta levantar cabeza en muchos sitios…”, apunta Dib. Por cierto, estimados lectores, si estáis ojeando este texto en el móvil o el portátil, ya sabéis, toca darle las gracias a Hedy. ¿Hecho? Ok, sigamos.