Hay cosas que nunca cambian ni mejoran, como que israelíes y palestinos se sigan matando y que los patxis continúen sacando tajada de la debilidad de una España en avanzado estado de descomposición.
A comienzos de la semana pasada el ministro Miquel Iceta, representante del Gobierno de los 120.000 muertos, viajó a Bilbao a formalizar con el vicepresidente vasco Josu Erkoreka el acuerdo por el cual el Estado cede la gestión de las cárceles al País Vasco, como sucede en Cataluña desde los tiempos del padrino Pujol. El mencionado acuerdo se hará efectivo el 1 de octubre. También el Estado se desprende de la gestión del transporte de las carreteras y promete transferir el Ingreso Mínimo Vital (IMV) antes de final de año, y lo que haga falta, ¡oiga!
Estas competencias son el pago en especie del presidente maniquí a los seis diputados del PNV que lo mantienen el poder, junto con el resto de partidos separatistas con presencia en el Parlamento nacional. No es extraño que el PSOE, que ya no es socialista, ni obrero ni español, incurra en semejante traición —perdonad que emplee semejante calificativo grueso, pero era necesario— a los cerca de 900 asesinados de ETA y a los miles de heridos en atentados terroristas. Tanto sufrimiento para nada, tanto batallar para que los malvados ganen al final.
Como es sabido, el Estado ha renunciado a tener presencia en el País Vasco que es, de facto, independiente. La situación en Cataluña va siendo muy parecida.
El cupo vasco es poco más que calderilla
En lo económico Euskadi es un territorio soberano, con una fiscalidad propia gracias al concierto. El cupo, en teoría el dinero que los vascos deben pagar a Madrid por la prestación de servicios del Estado, es poco más que calderilla, y además esta cantidad retrocede con los años. Vascos y navarros apenas contribuyen al sostenimiento del Estado. La Constitución consagra esta ruptura del principio de igualdad que sólo UPyD y Ciudadanos se atrevieron a cuestionar, y ya sabemos cómo han acabado ambos partidos.
Los vascos han jugado siempre con las cartas marcadas en la historia de España. Siempre ganan, como la banca. En nombre de una supuesta superioridad racial, que se concreta en el RH negativo de Arzalluz, han mantenido un estatuto de privilegiados dentro de una nación a la que mayoría de ellos desprecia.
“El Estado ha renunciado a tener presencia en el País Vasco que es, ‘de facto’, independiente. La situación en Cataluña va siendo muy parecida”
En el reinado de los Austrias, los Idiáquez y compañía ocuparon los mejores puestos de la Administración. No tenían que acreditar la limpieza de sangre. Esto les concedía ventaja frente al resto de súbditos de la monarquía. Los fueros eran su coartada, su patente de corso. En el siglo XIX la mayoría se sumó a la causa reaccionaria en las tres guerras carlistas. Abolidos los fueros, un prenazi como Sabino Arana fundó el PNV, uno de los partidos más reaccionarios de Europa, de origen racista y clerical. Años después, el PNV traicionó a la II República en Santoña, durante la guerra civil, como mucho después haría con Rajoy al facilitar su caída del poder.
ETA dejó las armas pero no fue derrotada
De aquellos polvos vinieron otros lodos. ETA, hija del PNV, nació con la bendición de las sotanas, en los años cincuenta. Durante cuatro décadas mató, secuestró y extorsionó. Sembró dolor y luto. Abandonó las armas pero no fue derrotada, como inicialmente se pensó. Sus herederos políticos son aliados del Gobierno del maniquí.
Los albaceas de los terroristas celebran hoy que las cárceles vascas vayan a ser hotelitos de cinco estrellas para los 44 antiguos compañeros del pistolero Arnaldo. Esta es la última humillación que un Gobierno que dice ser español ha reservado a sus compatriotas. Pero habrá más. Y luego los socialistas se extrañan de que la gente trabajadora les haya retirado el voto en Madrid. Lo que debería colmarles de alegría es que aún haya ingenuos que les otorguen su confianza en las urnas.