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tribuna libre

Estemos en Europa

  • Foto: EFE 

Otra vez más, este 26 de mayo, abordamos unas elecciones al parlamento europeo, en el que elegimos a 54 eurodiputados, sin que se observe consciencia de la importancia que estas tienen.

Tal como nos fue expuesto por Joan Calabuig (PSOE) y por Esteban González Pons (PP), en dos veladas de la industria celebradas en el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de la Comunitat Valenciana, tituladas Hablemos de Europa, debemos ser conscientes que no es lo mismo "ser europeos", que lo somos, que "estar en Europa".

En estas elecciones nos jugamos nuestro nivel de influencia en Europa, a nivel legislativo y económico, que van desde la protección de los consumidores y el fomento de la investigación hasta el refuerzo del comercio, entre otros, y que deben revertir en nuestro bienestar y convergencia económica con los países tractores de la UE, sin olvidar que este proyecto común se constituyó, tras un conflicto militar global, la Segunda Guerra Mundial, como un proyecto de paz y de convivencia.

Nos enfrentamos a riesgos mundiales como la globalización, la deslocalización de la economía y las características y tipo de empleo al que nos aboca ese presente inmediato que es la economía digital. Además, venimos observando el incremento de un proteccionismo de ciertos estados con un preocupante crecimiento de los nacionalismos. Nacionalismos supremacistas que, a lo largo de la historia, nos han abocado a enfrentamientos y conflictos militares que han dejado, en la humanidad y entre los pueblos, heridas muy profundas que, con un proyecto común, como es el de la UE, se iban cerrando.

Proyecto común, el de la UE, que está pasando por unos trances en los que, erróneamente, la parte económica ha prevalecido sobre un proyecto social sin que la parte política haya sido capaz de dar respuesta a determinados retos que han sido aprovechados por los nacionalismos populistas de izquierda o de derechas para abanderar discursos en contra de ese proyecto común.

Retos por los que debemos estar en Europa, con el fin de dar respuesta desde políticas sociales a crisis como la migratoria, el cambio climático o los derechos individuales en la era digital, entre otros. Reto, este último que nos puede abocar a la pérdida de libertades individuales frente a intereses generales, sin que se tenga en cuenta que la transformación digital debe ser herramienta de mejora social y económico, pero no de pérdida de libertades. No necesitamos políticas de "créditos sociales", como en China, ni "grandes hermanos" que nos controlen.

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