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LA LIBRERÍA

Ensayando el tiempo con el físico teórico Carlo Rovelli y el filósofo Arthur N. Prior

  • Reloj astronómico de Praga

El tiempo va a desaparecer, porque en realidad, cuando el reloj corre, lo que mide no es el tiempo. No, no es el tiempo. De hecho todavía no nos hemos puesto muy de acuerdo acerca de una pregunta tan esencial como qué es el tiempo. O incluso si verdaderamente existe. Sabemos que cambiamos, que envejecemos. Pero el sueño va sobre el tiempo volando como un velero, y ese océano sobre el que se mueve a veces parece muy cierto, y en otras ocasiones, solo un efecto de la percepción humana. ¿Viene el futuro hacia nosotros, o vamos nosotros hacia el futuro? ¿Cuánto dura el presente? ¿Dónde está todo lo que ya ha pasado? Por lo que sabemos, que es bien poco, el desplazamiento solo se produce en una dirección, mal que nos pese. Cuanto más sabemos sobre el tiempo, más endebles se vuelven nuestras convicciones al respecto. Al explorar el cosmos de lo minúsculo, el tiempo desaparece, se vuelve irrelevante en las explicaciones de los fenómenos. Creemos medir el tiempo, pero en realidad lo que hacemos es poner en relación unos ciclos con otros y emplear esa relación a modo de guía tal y como nos enseñó Galileo cuando descubrió que las oscilaciones de un péndulo tenían siempre la misma duración midiendo la misma con sus latidos. Pero, ¿descubrió eso exactamente? ¿Cómo sabía Galileo que sus pulsaciones tenían siempre la misma duración?

De todos los cuerpos espaciales que conocemos hasta la fecha, los agujeros negros son los que menos encajan con nuestra forma de concebir la realidad: casi todas sus propiedades son antiintuitivas para nuestros cerebros de primate evolucionado solo hasta cierto punto. Durante los primeros momentos del hecho, la teoría parece sencilla: una estrella colapsa y comienza a condensar materia desarrollando un poderoso campo gravitatorio que atrae hacia sí y engulle todo lo que se le pone a tiro. A partir de ahí, la cosa se complica: la estrella se convierte en un sumidero que no deja escapar ni siquiera la luz. El problema es que un sumidero, según teníamos entendido, es un canal que desciende, pero el agujero negro comienza a caer hacia sí mismo profundizando más y más en la caída y acumulando y concentrando cada vez más materia engullida que no sabemos muy bien dónde va a parar ni en qué condiciones; su densidad se vuelve infinita, la distorsión que practica a su vecindario estelar, también, y también se vuelve infinitamente difícil de comprender lo que el agujero negro hace con el tiempo, que se ralentiza hasta parecer que se detiene. ¿Qué significa eso, y cómo puede ser? Por ahora es algo que escapa a nuestro conocimiento, aunque creemos que ocurre así. Pero no hace falta irse hasta un agujero negro para llenarnos de asombro, porque podemos visitar una librería y comprar el último libro del físico teórico Carlo Rovelli, ¿Y si el tiempo no existiera? -HerderEditorial, traducción de María Pons Irazazábal- y obtener así una nueva dosis de la fascinación que ya nos generó el autor con El orden del tiempo -Anagrama-. En esta ocasión Rovelli dedica algo más de espacio a lo personal para llegar después a sus ideas respecto a la gravedad cuántica y a la conclusión que da título ala obra: el tiempo no existe, el tiempo no transcurre por sí mismo, lo que existen son las relaciones entre objetos, nada más. Cambios respecto a otros cambios. Galileo, Galileo.

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