CASTELLÓ. "Mis padres ya vieron de pequeña que yo solo servía para dibujar y para nada más. El resto de las cosas se me dan fatal". Estamos en las puertas del estudio de Ana Sansano, una artista que ha ido dejando de ocupar cada vez más los espacios públicos para centrarse en su propio mundo. Ese que tanta satisfacción le produce. Tiene claro que si el tiempo es valioso, al menos tendrá que invertirlo en su propia evolución. Sin intermediarios y sin prisas. "Soy muy lenta trabajando, me gusta hacerlo así. Que me ofrecen una exposición que me interesa, pues la acepto. Pero a muchas digo que no. He aprendido a decir que no, porque casi nunca compensan al artista". Por eso, Sansano creó su propio ecosistema creativo, donde produce, comparte y vende toda su obra. Un espacio que no se entiende tampoco sin el tutelaje a futuros creadores.
Ya dentro del estudio, Ana Sansano cuenta los orígenes de este santuario para la imaginación y para los amantes del pincel. Es difícil de creer que su taller fuera antes una cafetería. Más aún sabiendo que quien lo llevaba era ella misma junto a su pareja. El local que es familiar todavía conserva media barra de bar. "Cada uno tenía su propio trabajo y aun así quisimos diversificarnos más. Pero, nos dio mucho trabajo y problemas. Con lo que decidimos no abrir por las tardes y yo empecé a dar clases, hasta que finalmente le pusimos fin". Y de ahí nació su taller, un lugar que quizás sin preveerlo ha dotado de cierta estabilidad a su creación artística. "Creo mucho en las equivocaciones, porque al final no lo son. Te llevan a sitios que realmente te interesan y en nuestro trabajo es fundamental equivocarse".
Así, repleto de material y de recuerdos, Sansano abrió su estudio en Onda hace menos de tres años. Y aunque realmente vive en Benicàssim, reconoce que nunca se hubiera imaginado de vuelta a casa. Tampoco asegura quedarse muchos años más. "Somos unos trashumantes", confiesa la dibujante. En efecto, trasladar toda su obra solo es cuestión de fuerza, y de mucho ánimo por la cantidad de utensilios que se pueden encontrar. Pero, su público reside en la red. El estudio es el escaparate de un mercado que se abre más a fuera que dentro de la mini "factoría". "Aquí no entra mucha gente. Yo sabía que no sería un lugar donde los clientes vendrían. Esto lo que me da es estabilidad y visibilidad en las redes sociales. También profesionalidad. Hace entender a la gente que yo tengo un trabajo que es real. Ayuda a mostrar que tienes un negocio y quien cruza esa puerta es porque ya saben a lo que vienen".
Con ello, los intermediarios han dejado de tener peso en el trabajo de la artista. No hace falta exponer necesariamente en una galería para vender. Ella es quien marca el cuándo y cómo. "Está muy bien exponer, pero ya no tenemos solo ese camino. Llevar tus creaciones a una galería suponía que la otra parte se llevara un 50 por ciento de lo que ganabas. Pero si no se vendía nada, tu te ibas a tu casa sin absolutamente nada, habiendo hecho un esfuerzo físico y mental, y con un alquiler por pagar".