VALÈNCIA. La búsqueda del oro ha llevado a las civilizaciones a remover cielo y tierra para encontrarlo. Una búsqueda sin fin para dar con tan preciado metal, fuera donde fuese. El sueño de El Dorado siempre estuvo allí y, más allá de ese imaginario lugar de América del Sur, se buscó en cualquier rincón del planeta. Tanto es así que en el Bierzo hasta los romanos movieron montañas para encontrarlo. Y no hablo de manera metafórica.
Asomada al mirador de Orellán —toma el nombre del pueblo cercano— pienso en ese ahínco por encontrar oro. Lo hago contemplando el paisaje de Las Médulas, en la comarca de El Bierzo (León), que me deja sin palabras: pináculos rojizos emergen buscando la luz sobre un encrespado manto verde mientras el sol los ilumina haciéndolos aún más rojizos. El silencio lo rompen algunos pájaros y los pocos turistas que veo, pero mis ojos están puestos en las nubes que dejan un juego de luces y sombras que convierten aún más mágico este lugar. Como yo, hay otros fotógrafos que intentan inmortalizar el atardecer.
Absorta viendo Las Médulas le doy vueltas a un mismo hecho: Este paisaje ha emergido por el afán de los romanos por buscar oro. Los indígenas preromanos ya habían explotado el yacimiento pero fueron los romanos los que convirtieron la zona en la mayor mina de oro a cielo abierto del Imperio. Y ahí me asaltan un aluvión de preguntas: ¿por qué había oro? ¿cómo lo extrajeron?