A mitad de la década pasada se estaba discutiendo en España sobre la configuración de las enseñanzas universitarias en aplicación de lo pactado en el Espacio Europeo de Educación Superior, conocido popularmente como el Plan Bolonia. Este acuerdo, que no procede únicamente de la Unión Europea, se ha aprovechado para realizar cambios en la estructura de los títulos y en la metodología en la universidad, algunos pertinentes y otros que han supuesto un cierto perjuicio para los estudiantes y un deterioro en la calidad de las enseñanzas.
Partíamos de un sistema, el aprobado durante los ochenta en la Ley de Reforma Universitaria (la LRU de José María Maravall), que mantenía el esquema de los ciclos superiores de la Ley General de Educación (aprobada en 1970 por Villar Palasí) con muy ligeros retoques. La enseñanza universitaria se dividía en tres ciclos: un primero de tres años, que daba lugar a la titulación de diplomado o ingeniero técnico; un segundo ciclo de dos años, al final del cual se obtenía el título de licenciado o ingeniero; y un tercer ciclo, en el que se realizaba la tesis y se recibía el título de doctor. En el caso de los arquitectos y médicos, el segundo ciclo duraba tres años, en lugar de tres. Además, ingenieros (técnicos y superiores) y arquitectos elaboraban un proyecto final de carrera, normalmente muy exigente y que tardaban casi un curso más en completar. Por otro lado, existía un catálogo (nacional) de títulos que podían impartirse, así como unas directrices para ellos respecto al contenido (las materias obligatorias y optativas), con algún margen de maniobra, pero limitado. En este contexto, el acuerdo para crear un sistema de créditos que midiese la carga lectiva y permitiese el reconocimiento de las titulaciones en Europa, que podría haberse hecho fácilmente en nuestro caso, supuso acometer un cambio drástico (demasiado, en mi opinión) en la organización de la educación superior en España.
María Jesús San Segundo, ministra de Educación entre 2004 y 2006, y especialista en economía de la educación, preparó durante su mandato libros blancos sobre las titulaciones, con el objetivo de continuar con las pautas comunes en las diferentes titulaciones, manteniendo el catálogo de títulos y optando por los grados de 3 años y máster de 2 (3+2 en la jerga universitaria), una opción que mantenía la estructura de primer y segundo ciclo. Pero cuando fue sustituida por Mercedes Cabrera se adoptó un camino completamente distinto: grados de cuatro años y ausencia de catálogo de titulaciones, con máster de un año (sistema 4+1). Cada universidad podía proponer los títulos que quisiera, organizados sin seguir ninguna pauta común, pero que serían acreditados por una agencia, la ANECA, creada en 2002 a imagen de otras instituciones europeas.