Muchas veces se echa de menos que los creadores en España hablen de España. Tanto en el cine como en otro tipo de medios, cuando se retrata el país en el momento actual parece que se muestra otro planeta. Hay una desconexión. Poco apego de la ficción a la realidad. Carne de cañón, de Aroha Travé, cómic editado por La Cúpula, se sitúa en un barrio de extrarradio, los protagonistas son niños y la epopeya, un tanto disparatada, no llama la atención por estar dislocada de la visión de lo que es realmente un barrio de la periferia con problemas sociales.
El cómic reúne varios clichés. Hay yonquis, hay mucha gente en chándal nerviosa y alterada, hay jevis, fumetas, jubilados más para allá que para acá y críos crueles que se acosan sin freno en el colegio. Es un mosaico en el que cada estereotipo tiene su papel, pero, en su conjunto, todo está muy bien ordenado para converger con una subtrama sobre un niño del que abusaba un cura. Y es ahí, en las escenas más duras y crueles, donde brilla Carne de cañón, porque te descojonas con el horror.
Tiene mérito arrancar una sonrisa cuando se está hablando de pederastia, de bullying, de pobreza o de drogadicción. Es el humor negro que caracterizó a la generación de dibujantes locales que puso en marcha El Víbora en su día. Un producto prototípico de La Cúpula.