VALENCIA. El título que han leído entrecomillado es el de un álbum de un grupo austriaco de principios de los 90. Lo descubrí comprando vinilos de descuento en la desaparecida Hard Vinyl madrileña por aquellas fechas. Me pillé uno de un grupo alemán, Systematic Marsmuder, solo porque me sedujo la portada, un chaval con la cara llena de verrugas, y la foto del grupo: tres monjas sonrientes.
Se trataba de un trash metal no especialmente original que no me flipó demasiado, pero dentro de la carpeta encontré un flyer que me intrigó aún más. Con un logo absolutamente ilegible, un grupo pedía que por siete dólares le pillases su demo de música gótica "depresiva" y con cantante de ópera femenina. Escribí sin dudarlo y así conocí a Hannes, el vienés detrás de este delirio, los Visceral Evisceration, con quien aún mantengo contacto, y que luego sacó un disco con ese majestuoso título, 'Incessant Desire for Palatable Flesh', que nos dejó, a mí y a mis amigos, de piedra. Era un calco de Paradise Lost, efectivamente con una soprano, pero que le cantaba al noble arte de despedazar e ingerir seres humanos que nunca se había oído nada semejante ni creo que a nadie le dé por repetir la hazaña.
Era el signo de los tiempos. Lo gore. Quizá al caer la Unión Soviética y encontrarnos en esos 'años Fukuyama' la única vía de rebelión que quedaba era frivolizar con los destripamientos ajenos. Recuerdo morirme de envidia cuando un amigo encontró en el puesto de Fobia del Rastro de Madrid el LP del 'Reek of Putrefaction' de Carcass, cuya portada era un divertido collage con fotos reales de cadáveres que luego en su edición posterior en CD, el LP era del 88, se censuró y no había internet para verla. Era un ansiado trofeo.
Pero había más. Lo que en 1980 fue una película escandalosa, 'Holocausto caníbal', en los 90 llegó suave y comercial con 'Viven'. Las ochenteras cintas japonesas de 'Guinea Pig' con torturas a diestro y siniestro circulaban en los 90 de mano en mano como un preciado tesoro, pero el milagro del cine español fue una película que jugaba con ese mismo concepto de las snuff movies y que catapultó a su director, Alejandro Amenábar, que aún no se ha bajado de la elite. En fin, hubo un tiempo hace veinticinco años en el que las películas de cine gore que uno tuviera eran medallas sociales.
Y todo este rollo viene porque uno de los últimos lanzamientos de Image Comics encarna todo este espíritu. Su título lo dice todo: Cannibal. La acción se sitúa precisamente en aquellos años, en 1994, cuando un huracán arrasa una región sureña de Estados Unidos y despierta a unos ancestrales mosquitos que estaban hibernando en el subsuelo. Con su picadura desatan una epidemia de fiebre amarilla, el medicamento que pone en circulación el gobierno para frenarla no ha pasado los test pertinentes y tiene un efecto secundario inesperado: al paciente le entran ganas de comer carne humana.
Dibujado por el uruguayo Matías Bergara, de Sons of anarchy, el cómic de la serie, y los guionistas Brian Buccellato y Jennifer Young, 'Cannibal' está disponible en inglés en Kindle en Amazon hasta el cuarto número.
La historieta está dentro de lo convencional o lo que pueden dar de sí los comics de acción, pero sí que aporta ideas interesantes. Como dice Jennifer Young, no se trata de un comic postapocalíptico, sino antiapocalíptico. Es decir, los vecinos del pueblo en el que sucede la acción lo que hacen es armarse para defenderse de los caníbales de otros municipios afectados por el virus, pero con la intención de mantener sus vidas de siempre. Sus rutinas. A saber, del bar a casa y de casa al bar. Pero no pasan a sobrevivir en el bosque en condiciones extremas. Es todo lo contrario.
Quién es caníbal y quién no
En esta normalidad residen las tramas más interesantes. Tenemos caníbales con remordimientos, conscientes de su situación, y que hacen lo que tienen que hacer de mala gana o sufriendo, pero se terminan comiendo a otra persona, qué remedio.
Hay personajes con un caníbal en la familia que tiene que comer y a veces les dan una dentellada que luego ellos, como quien oculta los malos tratos, tienen que esconder o mentir, decir que se la han hecho en un accidente casero.