VALENCIA. El País entrevistó el 6 de octubre a Craig Leon, el productor de Blondie, que recordaba cómo era la Nueva York en la que surgieron el punk y la new wave. El titular era bastante descriptivo "En más de una ocasión tuve que pasar sobre un cadáver tirado en la calle". El cadáver si se descuida podía haber sido de un amigo, Johnny Blitz, batería de los Dead Boys, al que no solo acuchillaron en la calle unos puertorriqueños en una trifulca. En el hospital, cuando el cirujano tuvo que operarlo a vida o muerte, vio que llevaba una esvástica y lo dejó ahí, como estaba, hasta que un médico negro se apiadó de él y le salvó el pellejo.
Pero no es de violencia de lo que queremos hablar. Es de ruina. Nueva York antes de los 80 se caía a pedazos. No hay más que leer el libro de Luc Sante, Mata a tus ídolos (Libros del KO, 2011) en el que califica a la ciudad como tercermundista en la que, no obstante, daba gusto vivir en ella. La vida era barata, la compra venta de segunda mano muy habitual y se podía sobrevivir sin pringar demasiado.