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Begoña Álvarez: "El papel de las series no es aleccionar; ese, al menos, no es el objetivo de Skam

VALÈNCIA. No existe una palabra española por la que pueda traducirse skam, un tipo de “vergüenza” muy concreto para el que el castellano (a pesar de su riqueza) se queda cojo. “Es un sentimiento muy específico que todos tenemos de adolescentes. Algo que crees que solo te pasa a ti, que no te hace sentir bien contigo mismo y que incluso incurre en contradicciones”, puntualiza Begoña Álvarez, directora y productora ejecutiva de Skam España, serie que adapta la exitosa producción de origen noruego de mismo nombre y cuya segunda temporada acaba de estrenarse.

Las aventuras y desventuras de un grupo de cinco chicas es el nexo de Skam. Sirviéndose del mayor realismo posible, la serie incide en cuestiones tan trascendentales en la adolescencia como los problemas de identidad, la homosexualidad, la religión, el acoso sexual, el abuso o el trastorno alimenticio, entre otros. Y, si bien el punto de partida y las tramas argumentales (en líneas generales) imitan a la producción noruega, Álvarez cuenta que tanto Movistar, canal donde se emite la serie, como Zeppelin TV, productora del proyecto, quisieron aportar su granito de arena. “Noruega ha generado un fenómeno fan alrededor del mundo brutal. Hay muchas adaptaciones en otros países europeos, y sí teníamos claro que queríamos ofrecer algo más”, apunta.

Las diferencias culturales, en ese sentido, han sido claves para culminar la adaptación. “En Noruega los personajes aparecen prácticamente independizados con 17 años, y todos comparten una clase social media alta; en España, los jóvenes viven con sus familias hasta mucho más adelante y, al no contar con una casa propia, recurren al botellón como forma de socializarse”, añade. Los temas a tratar, sin embargo, no distan mucho entre las diferentes adaptaciones. “El 90% de adolescentes dicen que lo que nunca perdonarían sería que su mejor amiga les robase el novio, que es lo que cuenta la trama de la primera temporada”, señala la directora, que también revela que para preparar la serie se contó con un gabinete compuesto por profesionales de la psicología y entrevistas a adolescentes para tratar de ser lo más fieles posibles a la realidad. La juventud noruega y la española no es, pese a lo que se piense, tan distinta.

“Intentamos respetar a la adolescencia. No hay moraleja, no les juzgamos. Queremos que sirva de entretenimiento, es cierto; pero también que sea útil para gente que esté pasando por situaciones críticas y puedan tener referentes. En esta segunda temporada hay una chica bisexual y ya hemos leído en redes cosas como: ‘Ojalá haber tenido una serie así cuando yo tenía 14 años’”, comenta la directora de Skam España. Aprovechando su participación en el LAB de series (festival que cierra hoy sus puertas), le preguntamos por la representación de los jóvenes en las series, y si es cierto que, a pesar de las edades, todos podemos disfrutar (rememorar) lo que nos cuenta este género. No hay duda: “Ese skam”, concluye Begoña Álvarez, “es universal”. 

-Una de las particularidades de Skam es la manera en la que se relaciona con su audiencia: además del capítulo convencional, se suben clips y conversaciones de WhatsApp a la web de la serie, y los personajes cuentan con redes sociales propias, por ejemplo, en Instagram. ¿Cómo se ha planteado todo este universo transmedia? 
-El desarrollo de los guiones es clásico: vemos cuántos capítulos van a componer una temporada y hacemos unas tramas. Pero aparte, tenemos la fortuna de disponer de la ventana de las redes sociales que nos permiten, en efecto, completar la narración. Queremos, sobre todo, que los fans lo vivan como una experiencia real. El otro día estrenamos un capítulo y, al siguiente jueves, a las once de la noche, colgamos en la web un vídeo donde los personajes estaban de fiesta en tiempo real. Si uno de los personajes aparece haciendo un stories de Instagram en ese clip, por ejemplo, el espectador puede ir a su Instagram y comprobar que está haciendo lo que se ve en la secuencia. 

Todo esto implica un trabajo muy importante y hay que coordinarlo por parte de todos los que hacemos la serie para ir en la misma línea. Nos permite que el que quiera ver la serie de manera tradicional lo haga, pero también que aquellos que ya no entienden el consumo televisivo de una manera unidireccional (sino cómo y cuándo ellos quieran) puedan seguir la vida de los protagonistas de otra manera.

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