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SIN COMPLEJOS

Banderas de nuestros hijos

  • Foto: JORGE GIL / EUROPA PRESS

Una de las cosas más emotivas que he visto en los últimos meses fue el homenaje en la playa de la Patacona, en Alboraya, donde se plantaron más de 53.000 banderas españoles en recuerdo de las tantos fallecidos por la covid-19. Creo que fue un bonito recuerdo a tantas familias a quienes el Gobierno quiere ocultar como si no existieran.

La verdad es que fue toda una sorpresa y una instantánea sobrecogedora que el sol del amanecer iluminara de rojo anaranjado este escenario. El silencio de las primeras horas de la mañana hizo el resto. Pero, a partir de ahí, todo fue de mal en peor hasta acabar la jornada en estrambote. Ya a lo largo del día, los insultos y descalificaciones contra esta acción fueron creciendo en intensidad, grosería y mal gusto hasta terminar con la retirada de las banderas antes de tiempo y la pose desafiante en la misma arena de los ‘heroicos’ guerrilleros con una gran bandera republicana jalonada con una estrella comunista en el centro.

Entiendo que este caso se puede interpretar como la perfecta metáfora de lo que ocurre a nivel nacional. Durante 40 años, hemos plantado todos los españoles, no banderas en una playa, sino un sistema de libertades, derechos y un Estado de Bienestar a través de documentos como la Carta Magna y de símbolos como la bandera de España reconocida por una Constitución apoyada de manera mayoritaria por el pueblo español en 1978. 

Foto: JORGE GIL / EUROPA PRESS

Pero ahora resulta que una minoría se considera en el uso y abuso de vilipendiar la enseña nacional porque es más feliz con ensoñaciones trasnochadas que la realidad se ha encargado de desmentir, cuando no nos ha mostrado que solo derivan en autoritarismo, dictadura, pobreza y muerte de las personas. Como ese Frente Obrero (?) Que se cree con todo el derecho de, literalmente, lanzar la bandera de España a la basura para ondear la suya. 

O sea, quienes abominan de la bandera de España por considerarla anacrónica, “un trapo” afirman en tono despectivo, no les parece tan mal portar otro trapo, de igual material pero distintos colores. Irónico. Entiendo, entonces, que lo que les molesta no es la tela, sino su diseño. Son tan fieles a su bandera como el resto a la rojigualda. La diferencia es que una republicana (no digamos ya con símbolos comunistas) no la compartimos todos; la enseña nacional, sí. 

Pero, en otro nivel, también significa que estos grupúsculos lo que pretenden es tirar a la basura nuestra democracia constitucional y sustituirla por su sistema comunista.

Más allá de la falta de respeto a muchísimos españoles, hay que hacer una reflexión más profunda de hacia dónde nos encaminamos. No pasaría de ser una gamberrada de mal gusto sino fuera porque están apoyados por grupos políticos con responsabilidades de gobierno. Pero no porque así lo quiera el pueblo (“la democracia es el menos malo de los sistemas políticos conocidos”, dijo Churchill con razón pensando en estos grupos están protegidos por el mismo sistema que quieren destruir), sino porque otros les han abierto la puerta. Me refiero al PSOE en el Gobierno nacional y al PSPV en la Generalitat.

La pena es que, si todo sigue así, en unos años nos arrepentiremos todos por la decisión de unas pocas personas en estas cúpulas, porque no me creo que la mayoría de los votantes socialistas estén muy de acuerdo con lo que ven día a día en sus gobiernos. Detrás de las alianzas con Podemos y nacionalistas más o menos violentos, desde Bildu hasta Compromís, entiendo que los socialistas están convencidos de que estos partidos populistas son controlables, que la democracia española es lo bastante fuerte para aguantar andanada tras andanada contra todas las instituciones que la conforman, desde la Corona a la judicatura. 

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