Su vida bien podría ser el argumento de una de las novelas de Arturo Pérez Reverte o de María Dueñas, una de esas en las que mezclan historia con ficción y te tienen agarrado al libro hasta que se desarrolla la acción.
El protagonista de la crónica de hoy nació con un talento extraordinario para el dibujo, tenía buena escuela en casa y un padre pintor autor de muchos de los lienzos que adornan viviendas, palacetes y museos en Alicante. Su padre creyó que su hijo podría usar ese talento mientras estudiaba y se dedicaba a la arquitectura. Creía que ese era su destino. Y quizá lo hubiera sido, pero en el puerto de Alicante pasaban cosas que le hicieron cambiar de rumbo.
Formado y experimentado en lo suyo, el alzamiento nacional de Franco le pilló en Madrid. Fue apresado, llevado a la cárcel modelo y le quisieron hacer un juicio sumarísimo. Ya le contaré cómo salvó la vida. Cuando creyó que ese episodio era agua pasada, le acusaron de nuevo en Cádiz, pero esta vez por el bando contrario, de colaborar con el Frente Popular. En ambos casos sufrió las consecuencias en tiempo de guerra de ese terreno abonado de las rencillas, envidias, y denuncias de dudoso contenido. Seguidamente le cuento que pasó y cómo se desarrolló todo desde entonces.
Añoró siempre la ciudad que le vio nacer, su familia, su entorno. Nunca se olvidó de sus orígenes. Decía de la capital alicantina que “Alicante es eterno”.
Gregorio Marañón dijo de él (en 1935) que “Julio Guillén es el preludio del militar moderno, hombre de técnica y de acción y, en los descansos de esta, de profundo saber y, por don nativo, de sentimiento artístico impecable….”
Vamos, acompáñeme, que hay mucho que contar. A ver cómo se lo sintetizo a lo largo de estas líneas.
Empezaré por el principio, es lo más adecuado. Nuestro protagonista es el alicantino Julio Guillén Tato (1897-1972). Así, desprovisto de tratamientos o condecoraciones, parece una persona corriente. Pero no lo fue. Vea. Hijo del pintor Heliodoro Guillen y de Josefa Tato, fue marino, historiador, escritor, diplomático, filólogo, biógrafo de Jorge Juan y Santacelia, miembro de número de las Reales Academias de la Lengua Española y de la Historia, así como Director del Museo Naval. No le quedaba tiempo para aburrirse, ya ve.
A principios del siglo XX, en las cercanías de la costa de Alicante se realizaban maniobras militares por la Armada española. Julio Guillén lo veía todo desde su casa situada en un ático de la calle San Fernando nº 41, donde nació. Su curiosidad no tenía límites por lo que, cuando podía, se acercaba a los muelles para ver esos buques desde más cerca. Imaginen lo que le pasaría por su cabeza que le despertó unas ganas de aventura allende los mares desconocido hasta entonces. Un día el puerto fue anfitrión de las dotaciones de los buques de la Armada allí amarrados que iban a participar en el II Centenario del nacimiento de Jorge Juan y Santacelia en Novelda, gran marino español de cuna alicantina. Rememorando sus hazañas, nació en Guillén Tato una vocación marinera con la que soñaba emular a su admirado Jorge Juan. Ya sabe que este fue marino, científico, ingeniero naval, espía…
Julio Guillén Tato se presentó a las pruebas de ingreso de la Armada en 1913 para iniciar sus estudios en la Escuela Naval de San Fernando. Los primeros años como aspirante y guardiamarina los pasó embarcado en el buque escuela Reina Regente, en los acorazados Alfonso XIII y España, y en el Crucero Emperador Carlos V. Empezó sumando millas y experiencia en la mar. En 1921 ingresó en la Escuela Aeronáutica Naval en el Prat de Llobregat (Barcelona) donde destacó como observador naval y comandante de dirigibles. Estando fondeado el portaviones Dédalo (1922) en la bahía de Santa Pola, le dieron permiso para sobrevolar Alicante en su dirigible, para sorpresa de los alicantinos. En 1924 participó en el afamado Concurso Internacional Gordon-Bennet en Bruselas con su globo Hesperia siendo vencedor en la categoría militar en una accidentada prueba donde fallecieron varios pilotos.
En una visita a Alicante casó con María de los Ángeles Salveti y Sandoval el 24 de octubre de 1924. Tuvieron cuatro hijos.
Julio Guillén participó en el desembarco de Alhucemas (1925) observando y lanzando bombas al enemigo desde el aire. Era la primera vez que se usaba en la Armada española semejante artilugio volador como arma ofensiva.
En 1928 le destinan al Ministerio de Marina, después como comandante de la réplica de la carabela Santa María que fue reconstruida para la Exposición Iberoamericana en Sevilla (1929) y que navegaría después por mares y océanos. Con su experiencia y su inquietud de saber más escribió el aplaudido ensayo titulado “El primer viaje de Cristóbal Colón”. Esta es una obra que indaga en la arqueología naval después de muchos años de investigación por diversos países europeos. Posteriormente, se le concedió un destino que le marcaría para siempre: subdirector del Museo Naval.
Con el Centenario de la Medición del Meridiano en Quito por Jorge Juan y por Antonio Ulloa, el Gobierno le encargó una obra en el que se destacara la participación española en esa efeméride. En esa época escribe uno de sus ensayos más importantes: “Los Tenientes de Navío Jorge Juan y Santacelia y Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiral, y la medición”.
El Alzamiento militar franquista le pilla en Madrid. Es apresado por los republicanos por el simple hecho de ser militar. Estuvo en la celda 831 de la cárcel Modelo esperando juicio. ¿Por qué, de qué le acusaban? Sin darle explicaciones, le dieron de baja en la Armada con pérdida de empleo y sueldo. Unos meses después lo dejaron en libertad sin cargos. Pero no estando seguro pidió asilo político en la embajada de Polonia en Madrid con el nombre de Jorge Juan y Santacelia, el nombre de su admirado marino. Consiguió escapar de Madrid y embarcarse en Valencia en el buque de guerra polaco “Wilja” con rumbo a Lisboa y, de allí, partió a Cádiz por Salamanca. En la ciudad gaditana escribió varios libros, entre ellos “Últimos días en la cárcel Modelo” firmado con el seudónimo “El preso 831”. Pensaba que él y su familia habían terminado el calvario de la huida de Madrid, pero aún tendrían una desagradable sorpresa. Vea.
En Cádiz recibió la acusación de haber colaborado con el Frente Popular denunciado por el Capitán aviador militar Manuel Martínez Merino, según cuenta el Capitán de Navío Jose Blanco Núñez en un interesante ensayo sobre Julio Guillén Tato. Se le condenó por negligencia por relacionarse con autoridades republicanas durante su ejercicio profesional y expulsado – otra vez - de la Armada (1938). Estuvo un tiempo pasando penurias y viviendo de los derechos de autor de sus obras, de algunas colaboraciones periodísticas y de un contrato con el Ayuntamiento de Cádiz para arreglar sus archivos. Un año después, compañeros de promoción solicitaron la revisión de su juicio. Fue rehabilitado (noviembre de 1941) después de que quienes le defendían lo reivindicaran como marino, por los servicios prestados, por su experiencia en la Armada y por no haber pruebas que lo incriminaran.
En diciembre de 1941 le nombraron Director del Museo Naval. Disfrutó de este cargo, investigando, viajando mucho, y mejorando el contenido del museo. También fue nombrado Director del Patronato del Museo, de la Biblioteca Central del Ministerio de Marina, de la Revista General de la Marina. Solicitó que en la capital hispalense se realizara la celebración del 450 aniversario del descubriendo de América (1942) y del VII Centenario de la creación de la Marina de Castilla (1948). Fue admitido como miembro de la Real Academia de la Historia (1943), dedicando su discurso de ingreso a la “Cartografía marítima española”.
A través de sus estudios de investigación naval, encontró una información que no podía dejar durmiendo en el silencio de los justos. Se trataba del legado de Juan Sebastián de Elcano. Dejó escrito en su testamento que se entregara 24 ducados a las Monjas de Clausura que guardaban la cara de Jesús en un paño de lino custodiado en el Monasterio de Santa Faz en Alicante. Guillén Tato se alió con el Almirante Francisco Bastarreche. Acompañados de un escuadrón de marineros de Cartagena, el 20 de abril de 1944 cumplieron la promesa de Elcano entregando 15.000 pesetas a las monjas de clausura mencionadas.
Después de presentar su libro “Mi descubrimiento de América” (1949) inició una gira diplomática y académica por Hispanoamérica. Visitó Colombia, Perú, Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, y Venezuela, donde le concedieron diferentes honores. En este mismo año se le nombró Director del Archivo General de la Marina y Museo Álvaro de Bazán.
En los años 50 publica multitud de libros de contenido diverso como “Historia Marítima española”, “Lecciones para el uso de los Caballeros Guardias Marinas”, “Nostramo Lourido. Cuentos marineros”, … En 1959 pasó a la reserva activa, pero siguió siendo Director del Museo Naval hasta su muerte. El 1963 recibió un gran reconocimiento que le produjo una gran alegría: formar parte de la Real Academia de la Lengua Española. Su discurso de ingreso fue sobre el interesante tema de “El lenguaje marinero”.
Siempre que pudo regresó a su Alicante natal y a su casa de veraneo en la calle Santa Faz en Benidorm, en su casco antiguo, y después en plena huerta lejos de los cambios urbanísticos que le desagradaban tanto porque estaban convirtiendo aquel pueblecito de pescadores en un centro turístico de vanguardia.
El Almirante Julio Guillén Tato se definía así mismo manifestando que “soy valenciano por región, pero alicantino de pura cepa”. De sus estancias, de sus recuerdos, de sus anhelos, manifestaba admirado que “Alacant es etern”, Alicante es eterno.