En El Bucle Melancólico, un portentoso ensayo de Juan Juaristi, se investiga a fondo, muy, muy, los mitos y leyendas que contribuyeron a conformar el discurso teórico del nacionalismo vasco a partir de Sabino Arana, personaje al que pone al caer de un burro. No es un ensayo contra el nacionalismo vasco, que también, es un ensayo sobre el concepto más profundo de la melancolía, algo que el escritor vasco, que transitó en su juventud por ETA y por el el trotskismo, define a la perfección: la melancolía es la añoranza de algo que nunca ha existido. Dicho de otro modo: es la invención de paraísos inexistentes. En el caso del ensayo, una especie de Edén sobre el que sustenta la patria vasca, la identidad monolítica vasca; la tribu.
La melancolía es un estado de ánimo horroroso. Todos nos inventamos cosas que nunca fueron como hubiéramos querido que fueran. También Camilo Sesto cantó muy bien a la melancolía: mi serenidad se vuelve loca y se llena de amargura. Personalmente me justa mucho jugar a la reencarnación, aún a sabiendas de que eso no existe. Y me imagino cien personajes en los que me gustaría reencarnarme. Lou Reed, por ejemplo. O Patti Smith. O, simplemente, un espectador anónimo del Nueva York de los 70, el efervescente, el de Velvet Underground y Nico, la protegida de Warhol a mayor berrinche de super Lou. Walk on the wilde side.
Fin del exordio. Los partidos convencionales, PP y PSOE básicamente, van pelín locos a ver cómo se reinventan tras el susto que les dieron hace unos años los de la nueva política, Cs (reducido a agua de borrajas), y Podemos, en caída libre (es muy complejo dar lecciones de poscomunismo desde Galapagar y los actuales aledaños). Como la nueva política se ha quedado en lo que se ha quedado, en casi nada, corren el riesgo de relajarse. Ahora el susto, para el PP fundamentalmente, es el partido de Abascal, que se mantiene a pesar de monumentales metidas de pata como el caso El Jueves que tanta literatura está generando estos últimos días. Un gesto fachorrón y de muy mal gusto. Santiago y cierra España; a cal y canto.
El PP ha tomado nota y en el festival de entronización de Carlos Mazón como presidente regional del PP se absorben cosas hasta ahora inéditas para el centroderecha: desarrollo sostenible, desigualdades y políticas sociales, discriminación de género… Buena partitura de entrada. Y con viejos conocidos: José Antonio Rovira, Macarena Motesinos… De salida, ya veremos. En Madrid ya se van pre-acuñando ideas muy sonoras: capitalismo optimista, por ejemplo. Y algún golpe de efecto que está por llegar. Pablo Casado, que ha cogido a Mazón de experiencia piloto, va a celebrar el congreso nacional del PP en Valencia, previsto para octubre. En los mentideros se va especulando ya con la presencia de Albert Rivera mientras que algún que otro medio ya sitúa al fundador de Cs como asesor aúlico de don Casado, a careta quitada. A braga suelta. Su presencia sería la estocada final de la formación naranja. Todo por la construcción de un Edén moderno y funcional que penetre en la mayoría social. Nada de paraísos perdidos. No se llevan.
No sé si acierta Ximo Puig en la reinvención del socialismo valenciano, atrapado como está en otros cuerpos, también ultra-cuerpos(Compromís y Podemos). E insistiendo en debates, legítimos, faltaría más, como el del federalismo que es lo que ha hecho en reciente excursión a Baleares, en joint venture con Francina Armengol. Como ya me he perdido, no sé si lo que reivindica el presidente de la Generalitat es federalismo asimétrico, poliédrico, o geométrico a secas…. O una Comomonwalt entre los territorios de la Antigua Corona. No sé que tipo de Edén invoca en esta España medio harta, o harta entera, del tema catalán. Sí que sé que Compromís, Mónica Oltra, le aprieta ahora donde más le duele: la infrafinanciación de la Comunidad Valenciana, un asunto sobre el que Pablo Casado pasó de puntillas en el congreso regional. Pasó no: según lo que propuso, y según lo que publicó el día de autos El Confidencial, el pasado domingo 4 de julio, la Comunidad se quedaría casi peor que nunca. Ya tiene faena Carlos Mazón para explicar semejante sapo. Oltra, habilísima, no quiere paraísos perdidos ni abstracciones. PSOE y PP, la misma cosa es… ¿alguien se acuerda?
El próximo sábado 17 hay una convocatoria de manifestación LGTBIQ (Q de queer) impulsada por Alicante Entiende, y alguien más. Y el próximo 24, otra idéntica, con igual recorrido, promovida por Diversitat Alacant que lidera Toño Abad. Diversitat es una entidad de la máxima solvencia, muy combativa por los colectivos (plural) y por la personas que transitan en la diversidad. La manifestación del 17 está promovida en realidad por la concejala LGTBI y vicealcaldesa Mari Carmen Sánchez en desquite al boicot que hizo Toño Abad, estimado, en el último Orgullo, vetando a Cs (2019). Un boicot del todo innecesario. Ya se lo dije en su día: la calle, la causa, es de todos. Pero bueno… Algún despistado pudiera entender que el hecho de que haya dos manifestaciones es síntoma de pluralidad. No. Es síntoma de una guerra boba, tirando a bobísima. Una guerra tonta en medio de la alarma social que se ha desatado en España por el incremento de las agresiones homófobas. Algún despistado pudiera entender también que en el Ayuntamiento de Alicante hay una Concejalía LGTBI con asesores, técnicos y medios como dios manda. Sin acritud: naranjitas de la China.
Carmina Miralles Antón es médica pediatra, de Elche, y lleva años embarcada en la ONG Toubabs Team, junto a la periodista Mayte Vilaseca, grande, y Fran Castell, genio de la repostería y filántropo, entre otros. Operan en una barriada próxima a Dakar (Sam-Sam) y han levantado un centro de salud ambulatorio además de otras actividades múltiples. Ahora está atrapada en Senegal por el dichoso virus. Un infiernillo. Cooperante internacional confinada en Dakar por la Covid. Noticia sensacional. No. Carmina es un volcán en permanente erupción. Con un corazón inmenso. Bella. Contundente. Amiga. Jamás se hubiera merecido semejante titular. En su regreso a Elche un festín, que es lo que toca. Arroz con conejo y arrebatado, al estilo de Crevillent. Y con drogas legales: vino. Y bourbon, en recuerdo de los viejos tiempos que jamás volverán. O que nunca existieron del todo. Melancolía.