“En un intenso bombardeo verificado ayer por la criminal aviación extranjera, al servicio de los fascismos, contra la ciudad de Alicante, causaron 250 muertes, en su mayor parte niños y mujeres. Más de 50 edificios quedaron destruidos. El número de heridos es también muy elevado.” Este fue el escueto parte oficial del Ministerio de Defensa que apareció publicado en la página 3 del diario ABC del viernes 27 de mayo de 1938. No había cámaras de televisión. No había redes sociales. Informaron más las agencias internacionales que la prensa local. El periódico “El luchador”, ubicado entre las actuales calles San Francisco y Cid, también fue alcanzado por las bombas y desapareció. Cuenta Alfredo Campello, de la Asociación Cultural Alicante Vivo, que el New York Times publicó en portada al día siguiente de la masacre que había sido “el ataque en solitario más destructivo de la Guerra Civil Española”. Hoy sabemos que, efectivamente, lo fue.
Ese mismo día, en la portada de La Vanguardia rezaba este titular: “Bombardeos de la aviación italogermana sobre Sagunto, Valencia y Alicante. La cruel agresión sobre la ciudad alicantina arroja un balance de centenares de víctimas, niños y mujeres”. Pero en el cuerpo de la noticia le daban más cancha a las reacciones internacionales que a la situación de las víctimas y al dolor de una ciudad herida hasta la médula: “Comunican de Alicante a la Agencía Havas que los miembros del Cuerpo consular han visitado al gobernador civil para expresar su sentimento de indignación por el bombardeo sufrido ayer por dicha ciudad levantina, bombardeo cuyas consecuencias, sufrió únicamente la población civil. El Cuerpo consular en Alicante protesta enérgicamente por este acto de la aviación rebelde. Los miembros del Cuerpo diplomático han entregado al gobernador civil de Alicante una nota, firmada, anunciando que se dirigirán a sus Gobiernos a fin de que intervengan para evitar la repetición de tales actos de barbarie. La nota está firmada por 28 cónsules, entre los que figuran los de Francia, Inglaterra, Argentina, Cuba, República Dominicana, Bolivia, Uruguay y El Salvador. En los edificios consulares ha sido izada la bandera respectiva a media asta en señal de luto”. Como ahora, en Siria o en Palestina, las protestas diplomáticas solo son un consuelo para tontos, un lavatorio de manos internacional en toda regla.
Al día siguiente, sábado 28 de mayo, este mismo periódico publicaba la oleada de indignación que el bombardeo sobre Alicante había causado en Inglaterra. Se hacía eco de la nota que aparecía en el News Chronicle: “Se había creído que las gestiones hechas anteriormente para terminar con el asesinato en masa de las poblaciones civiles había surtido algún efecto. Pero queda demostrado que no. Pedimos que el Gobierno actúe enérgicamente para que cesen estos crímenes contra la humanidad.”. También recogía el editorial de El Daily Herald: “¡Adelante, nuevamente, apologistas de Franco! Decidnos de nuevo que la guerra no es un juego y que los «raids» aéreos, como el de Alicante, por muy horribles que sean, son cosas que deben ocurrir. Naturalmente — prosigue el editorialista —esto no es verdad. Si la guerra tiene que ser, hay maneras mejores y hay maneras repugnantes de hacerla. Ahora bien, a Franco le gustan las maneras repugnantes”.
La prensa italiana, en cambio, publicaba una versión manipulada. La Stampa informaba que se había destruido una fábrica de armamento, se habían dañado dos cuarteles militares y algunas fortificaciones costeras. Que lo de las víctimas era información no fiable porque provenía de fuentes “rojas”. Los quintacolumnistas mediáticos tienen un largo recorrido.
La única verdad, sin embargo, ha permanecido viva en la memoria silenciada de muchos alicantinos. En las pesadillas de los supervivientes que escaparon al horror. En el dolor de las familias que solo tuvieron una fosa común, medio olvidada, donde honrar a sus muertos. Y en los cuentos de viejos que asustan a los niños con historias de gente corriendo sin cabeza y ríos de sangre. Han tenido que pasar 80 años para que Alicante haga un gran ejercicio de memoria colectiva y cure definitivamente sus heridas. Hoy, a las 11.15, estén donde estén, guarden un minuto de silencio. Por ellos, por todos nosotros.