ALICANTE. El Hércules de Rubén Torrecilla ganó el sábado en Andratx siendo el Hércules de Rubén Torrecilla.
El técnico se dejó de bandazos, decisiones raras. Ni pobló la defensa con un central más ni invitó a los suyos a recurrir al balón largo ni renunció a jugar con un nueve nato. Torrecilla apostó por un plan de partido común al de la inmensa mayoría de los disputados anteriormente en el presente curso, con independencia de la superficie, y con el que los buenos resultados ya superaban con creces a los malos.
Justificó lo anterior en que el terreno de juego del Municipal Sa Plana no tiene nada que ver con el del Municipal de San Gregorio o el del Nou Morvedre, que no obstante ser sintético y de reducidas dimensiones permite a los suyos desplegar el fútbol que ponen en liza en el Rico Pérez, sin ir más lejos, pero eso es solo parcialmente cierto: al Hércules le fue bien siendo el Hércules; no renunciando a su identidad, a apostar por el balón y entrar en un fútbol de contacto para el que, es evidente, no tiene los mejores jugadores. Cuando el técnico no solo se ha apartado del habitual guion, también invitado a los suyos a aceptar el cuerpo a cuerpo que le planteaban sus adversarios... los blanquiazules han salido trasquilados. No ocurrió el sábado y así les fue.
Sí, también tuvo mucho que ver el acierto de cara a gol de la segunda mitad (además de mejorar en el área propia con respecto a la primera, en la que Carlos Abad salvó a los suyos en prácticamente la única acción de peligro de ambos conjuntos antes del descanso) y que en lo que al gusto por el balón se refiere el Andratx no se asemeja al Torrent o al Saguntino (además de no renunciar a jugar el balón, a proponer, los de José Contreras apostaron más por esperar que por dificultarle la circulación del mismo a los blanquiazules), pero la sensación es que la lista de obstáculos a superar no se vio incrementada por decisiones propias del técnico adoptadas de antemano (seguro que con la mejor intención, pero que no tardaron en confirmarse erróneas).