“¡Joder, qué tropa!”, como diría el conde de Romanones. Las derechas han fracasado de manera estruendosa. Tenían el mandato de derrotar a Dorian Gray y fallaron a puerta vacía. Para correrlos a gorrazos.
España tiene nuevo Gobierno. Esto es una tragedia. Acaba así un periodo de interinidad en que el poder político tenía ciertos límites para legislar y por tanto dañar aún más las vidas de los ciudadanos. Ahora empieza lo bueno. Si en cinco años hicieron lo que hicieron, dejando al país casi en ruinas, ¿qué no harán en esta legislatura cuando media España —la que los detesta— sea obligada a apurar hasta la última gota del cáliz?
Mientras los socialistas y los neocomunistas se reparten el botín con cargo a nuestros bolsillos, las dos derechas siguen pisándose las mangueras. Son incorregibles, como dijo Borges de los peronistas, hoy felizmente desalojados del poder. Las dos derechas llegaron enfrentadas a las últimas elecciones generales y lo siguen estando después de ellas. Cada una piensa en el beneficio partidista y no el interés del país.
Ha llegado la hora de ajustar cuentas con la derechina del discreto Alberto y con la hiperbólica de Santi el Asirio. Son culpables, aunque en diferente medida, de que Dorian Gray, con sus canas a lo Leónidas Trujillo, permanezca otros cuatro años en el poder, y pueda cerrar el círculo de la tiranía que nos aguarda. Que se preparen los jueces porque va a por ellos.
Pero volvamos a nuestras impotentes derechas. Conviene recordar que el éxito en política se mide en términos de eficacia, es decir, si alcanzas los objetivos que te has propuesto. PP y Vox recogieron el guante de millones de votantes para tumbar el Gobierno pinocho. Después de las elecciones locales y autonómicas de mayo lo tenían todo a su favor. Ganar de manera holgada consistía en marcar a puerta vacía, pero les temblaron las piernas y fallaron como Cardeñosa frente a Brasil.
Eso nunca se lo perdonaremos; jamás olvidaremos la campaña chusca de Feijóo, marcada por los pasos en falso y titubeos, con la muchacha extremeña metiendo la pata hasta el corvejón. ¿Quién diseñó la campaña de Verano azul? ¿El atildado y socialdemócrata Sémper, tan querido en los platós de laSexta?
Cuesta aceptar que el partido tradicional de la derecha española no dé más de sí; que nos tengamos que conformar con Cuca, Borja, Javi Maroto y Glez. Pons, conocido novelista erótico de la capital del Turia. ¿No hay más banquillo en la derecha finolis? ¿Alguien con más cuajo y clarividencia para desafiar el caudillo socialista? Pensad en ella. Nos gusta la fruta.
Ahora los medios adictos al PP nos venden a Feijóo como un héroe de la resistencia frente a la dictadura imperfecta de Sánchez. Se ha venido arriba desde el gentío de Sol. Pero yo no me fiaría de la prensa amiga: sus pronósticos son tan fiables como las encuestas que le otorgaban la mayoría absoluta a las ocho de la tarde del 23 de julio.
¿Y qué decir de Vox? También hay leña para ellos. Son culpables del fracaso en la parte proporcional que les corresponde. Cierto es que no fueron tan desleales con el PP como el PP lo fue con ellos en la campaña electoral. Hasta antes de ayer los populares despreciaron, humillaron y ponían carita de asco cuando alguien les hablaba de llegar a acuerdos con los de Abascal. Pero tampoco cabe olvidar que la fuerza de Vox es la agitación y propaganda, lo cual está muy bien en la batalla cultural frente a la izquierda purpurina, pero es insuficiente para ganar el poder. Hay que articular un proyecto de gobierno, ambicioso y detallado, más allá de proclamas mitineras. Hay que saber gestionar. En esto último los de Vox están en pañales. El ejemplo valenciano es palmario.
“LOS VOTANTES DE LA DERECHA NO NOS MERECEMOS A NUESTROS REPRESENTANTES POLÍTICOS. SOMOS MEJORES QUE ELLOS”
Los votantes de la derecha no nos merecemos a nuestros representantes políticos. Somos mejores que ellos. Estoy convencido de que la mayoría quiere que PP y Vox unan sus fuerzas para combatir al Gobierno del muro. Lo exige la gravedad de la situación histórica. Ese pacto habría de acabar en la reorganización del electorado conservador en torno a un solo partido. Parece que no será así, a la vista de los desacuerdos entre las dos derechas. De este modo, si las cosas no cambian, pensaremos que el Ceaucescu de Galapagar llevaba razón cuando afirmó que la derecha no volvería a gobernar en España. A mi edad no lo veré; tal vez mi sobrino, cuando peine canas, pero tampoco de esto estoy muy seguro.