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el sur del sur / OPINIÓN

Ahora toca un río seguro

15/09/2019 - 

La Vega Baja, en particular, el sur de la provincia de Alicante, y el norte de la Región de Murcia han vivido unos días terroríficos con la gota fría y el desborde del río Segura a su paso por varias poblaciones. A diferencia de lo ocurrido en los últimos años, esta vez, la catástrofe ha sido de dimensiones mayores y además con dos víctimas mortales. Posiblemente, todavía sea pronto para hacer el análisis -el drama todavía sigue en la calle de muchas localidades- aunque en algunos sitios ya ha empezado.

En diciembre de 2016 la ciudad de Orihuela ya vivió un episodio muy parecido, pero de magnitud mucho inferior. Se recogieron 180 litros por metro cuadrado -frente a los casi 500 de ahora- y el río desbordó por algunas zonas del casco urbano. En algunos partes se ha repetido el episodio. Entonces, el debate también se produjo. Las soluciones valían para ese momento, y siguen valiendo para ahora: insisto, teniendo en cuenta que las cantidades de lluvia ahora recogida triplican a las de hace tres años y que el fenómeno de la DANA ha sido más expansivo en el territorio -abarcando las provincias de Valencia, Albacete, Murcia y Alicante, está claro que el río Segura merece una revisión de su cauce en los últimos kilómetros hasta su desembocadura.

Siempre se ha hablando de alargar su encauzamiento, incluso desviarlo, en algunas zonas del casco antiguo de Orihuela. Pero no sólo en la capital de la Vega Baja. El debate de hacer una especie de variante que bordee la ciudad lleva años en candelero.  Lo ocurrido en Almoradí y Benjúzar también merece una revisión de las protecciones del cauce.

Otro interrogante es la limpieza del cauce. No sólo el del Segura, sino del resto de barrancos que desembocan en él. El debate no sólo ha surgido en esta cuenca, sino también en la del Júcar: allí que sí que ha habido muchas voces críticas con la gestión de los barrancos. Y la prueba es cómo está ahora la desembocadura del río en Cullera. 

También se ha hablado (o se habló en su día) de la mejora del sistema del drenaje del río en la Vega Baja. Revisar la política territorial y mejorar, en la medidas de las posibilidades, construcciones presentes -en Rafal se tuvo que romper una carretera para que el agua fluyera- y, sobre todo, la futura, aunque ésta se debe(ría) dar por buena.

Aunque cuesta encontrar comparaciones con los datos de lluvia registrados, bien es verdad que esta gota fría nos deja algunas conclusiones, a tenor de la emergencia climática que vivimos. La política de infraestructuras hidráulicas debe revisarse. No solo con más inversiones, que también, sino con obras nuevas que mejoren las actuales y que mejoren el sistema de drenaje y evacuación actual. Lo sucedido en Almoradí es un ejemplo clamoroso.

Hace 20 años, la Vega Baja dio toda una lección de movilización social para recuperar el río, entonces convertido en una vertedero de residuos hidráulicos de la industria agroalimentaria, y de falta de mantenimiento. Entonces, gracias a los fondos de la Unión Europea, se corrigió y mejoró la depuración de las aguas, que muchas veces acaban en el cauce. Ahora, los ayuntamientos, los empresarios y los políticos deben poner la mejora de la infraestructuras hidráulicas en su top ten de reivindicaciones. Hacen falta variantes, desdobles de carreteras, trenes por la costa, AVE, pero también ríos seguros. Es la segunda vez que pasa en menos de tres de años, un toque de atención suficiente para que la sociedad civil, los agentes sociales y los partidos políticos se pongan manos a la obra. Y ello supone sacrificio: pues las inversiones en un río lucen poco -porque así lo quieren nuestras señorías-, pero dan mucha seguridad, de la que solo nos acordamos cuando se desborda. En 1997 se hablaba de un río Segura limpio; ahora toca un río Segura limpio. La naturaleza ha hablado.

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