VALÈNCIA. Escribo estas líneas mientras leo que en Texas, el fiscal general, Ken Paxton, se ha manifestado a favor de prohibir la sodomía en su Estado, ya que el Constitucional les ha permitido prohibir el aborto y poner el punto de mira en la fecundación in vitro. Qué locos están los estadounidenses ¿verdad? Pues no solo ellos. Aquí, en España, en la intelectual Europa, el vicepresidente de una comunidad autónoma, miembro del tercer partido más votado del país, ha declarado públicamente también la semana pasada que la despoblación de provincias enteras del interior se debe a la creciente afición por el sexo sin fines reproductivos. Independientemente del desprecio por las dinámicas socioeconómicas y la posibilidad de modificarlas desde un gobierno, lo que hiela los huesos es la mentalidad rancia del integrismo católico. En Castilla esto es un El cura Merino comeback special. Un aviso grotesco de que cualquier derecho conquistado puede saltar como un resorte en poblaciones olvidadizas o democráticamente perezosas o distraídas.
Cuando apareció la noticia de la restricción y prohibición del aborto en Estados Unidos, recuerdo comentarios con cierta suficiencia en redes, decían que por qué nos preocupamos tanto por Estados Unidos, como si aquí no hubiera problemas. En realidad llevaban razón, aunque fuera de forma indirecta. En España, de facto, el derecho al aborto encuentra numerosas trabas y obstaculizaciones. Estamos en las mismas. No obstante, en Norteamérica, la reinstauración del integrismo religioso no es algo que no se haya temido en el pasado y les pille de sorpresa, como nos ha pasado aquí en los últimos cinco años. En EE.UU., lo mismo que numerosas obras de ficción fantasean con guerras raciales y otros demonios que ese país tiene en el subconsciente y, ciertamente, también en la conciencia, tampoco han faltado ejemplos de historias que, como El cuento de la criada, han desarrollado distopías con retornos ultraconservadores. Quién les iba a decir en Texas que iban a ofrecerse recompensas como en el salvaje oeste a quienes denunciasen a las personas que ayudasen a otras a abortar.
After Twilight fue una de esas fantasías que, en 2022, se están haciendo realidad. La gracia es que esta historia pronosticaba que la teocracia llegaría a Texas en... 2022. Originalmente, fue un cortometraje estrenado en 2005. Era en blanco y negro y contaba la historia de Jen, una chica que luchaba en La Resistencia contra una dictadura religiosa. El punto interesante era que los miembros del movimiento insurgente eran cristianos, por lo que no podía considerarse una propuesta de trinchera, panfleto o mensaje de odio encubierto. La denuncia de fondo exigía una separación entre la Iglesia y el Estado.
Años después, el argumento del corto fue relanzado por los mismo autores como novela gráfica en seis números dibujada por Douglas Brown. El guionista y director de After Twilight, Gary Watson, explicó en su día que las historias de anticipación siempre hablan del presente, que son proyecciones de determinados aspectos de la sociedad. En este caso, la inspiración para insistir con su argumento, esta vez en viñetas, le vino cuando asistió a una oración masiva en el estadio Reliant a la que asistieron 30.000 personas.
Oficiaba Rick Perry, gobernador de Texas, sucesor de George W. Bush. Este político estuvo coqueteando con las candidaturas a presidente de Estados Unidos, pero finalmente dio su voto a Ted Cruz y en 2017 se convirtió en secretario de Energía del presidente Trump. Un sector, la energía, que le gusta mucho a los texanos, qué curioso. En aquel rezo multitudinario, Perry pidió oraciones contra "el declive de la familia", entre frases para la historia, como "La agenda de Dios no es una agenda política, es la agenda de la salvación".
La imaginación desplegada en el cómic era un tanto pedestre. Partía de la base de la secesión de Texas, con enfrentamientos con las tropas federales y la muerte de soldados locales como mito fundacional de la independencia. A esa situación se había llegado en una escalada de violencia de un gobierno neoconservador que imponía medidas reaccionarias y reescribía los libros de texto, con activistas en contra que acabaron recurriendo al terrorismo. Una vez lograda la independencia, se habla de que Louisiana y Oklahoma querrían unirse. Ser anexionadas por la teocracia.
Uno de los problemas que presentaba el cómic era que los independentistas texanos salían retratados de forma completamente plana en su fanatismo. Las posiciones reaccionarias ofrecen hoy muchos matices y, a pesar del ejemplo español citado al inicio de este artículo, están controladas por estrategas muy inteligentes. Otro, que choca bastante, es que esta obra fue dibujada antes de la revolución feminista contemporánea y los personajes femeninos, sin pudor ninguno, son presentados como si estuvieran en una película pornográfica. No deja de ser curioso lo anormal que resulta hoy o pensar que eso podía parecernos normal solo hace diez años. Sobre todo porque la protagonista es una bibliotecaria.
De todos modos, uno de los argumentos más fuertes del libro habla del pudor y el recato obligatorio de las mujeres. Se persigue el sexo fuera del matrimonio y las mujeres, cuando son violadas, lo que se cuestiona es si la ropa que llevaban era provocativa, como más o menos difunde el Islam rigorista.
Tanto la evolución del personaje principal, que no quiere meterse en líos hasta que se ve arrastrada a la resistencia porque han detenido a su hermana, como la atmosfera de clandestinidad de los insurgentes, son tópicos. Sin embargo, hoy más que nunca, tienen una gran carga simbólica. Para empezar, porque lo que se cuenta se está cumpliendo, incluso de forma menos radical a como proponía al principio el cómic. De hecho, la ficción partía de un enfrentamiento con terroristas. En la actualidad, los ataques a las libertades, fundamentalmente los derechos de la mujer, son unilaterales del gobierno, no hay una insurgencia armada que genere una polarización. Por tanto, estas viñetas tienen ese punto educativo o constructivo para un debate con adolescentes sobre hasta qué punto estarían dispuestos a llegar para defender sus derechos y su libertad. Siempre y cuando, claro está, que entiendan lo que eso significa.