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REFLEXIONANDO EN FRÍO / OPINIÓN

Acto de fe

21/02/2021 - 

Pena, eso es lo que sentí al ver cómo Ciudadanos se derrumbaba en las elecciones catalanas del 14-F. Sin ningún tipo de cinismo rencoroso, al contemplar los resultados finales del escrutinio pensaba en los allegados que he dejado en ese partido. Edmundo Bal, Toni Cantó, Fernando Llopis… Conocidos y amigos que siguiendo lo que creían correcto han seguido al pie del cañón sin abandonar ese barco a la deriva. Valientes, eso es lo que son. 

Agallas que les han faltado a los que hoy comandan Ciudadanos. Dejándose llevar por la inercia y el oportunismo demoscópico no han marcado los principios claros de su política cayendo en el ostracismo intelectual por miedo a que se les relacionase con determinadas fuerzas políticas como Vox. Querían dar la batalla sin ningún arma ideológica con la que defender unos intereses determinados. En lo que respecta a Cataluña: ejercer como dique de contención del nacionalismo. Misión fallida desde el primer momento en el que Inés Arrimadas decidió hacer las maletas para irse a Madrid desamparando a los catalanes representando la realidad de que la candidatura que ella encabezó no era una alternativa al secesionismo. Deslealtad que ha pagado caro, y por la que no pretende pasar por caja. Prefieren achacar ese ridículo resultado a la alta abstención y a la baja participación. Xavier Pericay, cofundador de Cs, plantea en su artículo en VozPópuli: “¿y cómo se explica, pues, el incremento porcentual y en votos del PSC, al que Cs ofrecía, nada más comenzar la campaña, entre abrazo y abrazo, una alianza futura junto al PP? –. Que si el electorado constitucionalista es el que más fácil se desmoviliza –¿no tendrá algo que ver en ello la capacidad del partido para movilizarlo, y no sólo en campaña, sino durante los tres largos años de una legislatura en la que era el primer partido de Cataluña?”. Burdas escusas con el fin de no asumir responsabilidades. Cosas del ego, ese enemigo que impide a los partidos constitucionalistas aunar fuerzas para evitar la hecatombe económica, política y social de España. 

Renuncia a sacrificar sus propios intereses por unos ideales a la que también se ha apuntado el Partido Popular. En la formación de Pablo Casado han emulado a Arrimadas echando balones fuera y haciéndose los locos sin mostrar un ápice de autocrítica. No se enteran de la película. Creo que pocos nos estamos dando cuenta de qué va. Debemos estar ante un largometraje exótico como los que tanto le gustan a mi amigo Antonio Zardoya. Tanto PP como Ciudadanos están obsesionados con desdibujarse de la foto de Colón hablando en los manoseados y obsoletos términos de izquierda-derecha. Los hay que todavía están en las trincheras de la Guerra Civil o al otro lado del Muro de Berlín. El panorama que nos atañe ya no va de ideologías sino de formas de concebir la realidad desde un punto de vista más profundo. Los que creen en la libertad se enfrentan encarnecidamente contra los que desean vivir en una tiranía constante en donde el terror sembrado por sus antepasados se perpetúe por los siglos de los siglos. ¿De verdad creían que Otegui era un hombre de paz? ¿Enserio les preocupa más un partido como Vox que una formación apadrinada por el régimen de Maduro como la CUP?  

Creo que estar en contra de toda violencia y de sus autores o simpatizantes no debería entender de ideologías sino de sentido común. Sensatez perdida por nuestros dirigentes. Políticos acomplejados de sus valores. Ideales abandonados por los idealistas que dotan de prosperidad a los proyectos pero que se hunden si estos los abandonan. Ahora estos idealistas continúan, pero son estos los que han claudicado de sus principios. Estuvo muy atinada Cayetana Álvarez de Toledo en una reciente entrevista en la que acusaba a Pablo Casado de haber renunciado a dar la batalla cultural a través de promover determinadas convicciones en la sociedad. Ahí reside el error de Ciudadanos y PP no solo en Cataluña sino en el resto de nuestro país. El embotamiento de pensar que es posible ofrecer un proyecto sólido a los votantes sin que este se encuentre fundamentado en unas máximas inquebrantables. 

 Foto: EDUARDO PARRA/EUROPA PRESS

Valores que deben ir más allá de la política. En una entrevista a José Antonio Zarzalejos en la consultora Llorente y Cuenca con motivo de la presentación de su libro Felipe VI: Un rey en la adversidad, el periodista señalaba que el monarca actual no debía cometer los errores de su padre animándole a ser una figura ejemplar tanto en su faceta pública como en la privada. Unidad de vida, lo llaman algunos. Coherencia política de la que carecen nuestros dirigentes. Incongruencias existenciales provocadas por la falta de fe en lo que promulgan. Porque en palabras del beato Carlos de Focuauld, Tener fe no es solo creer en algo, sino vivir conforme a lo que se cree”. ¿Por qué Pablo Casado votó 'no' a la moción de censura presentada por Vox cerrando filas en torno a un Gobierno al que aspira derrocar en lugar de haberse abstenido? ¿Por qué Inés Arrimadas no se presentó a la investidura cuando ganó las elecciones catalanas de 2017? Viven como si no creyeran por lo que luchan. Batalla en la que si confían otros dirigentes como Oriol Junqueras. Si ERC ha sobrepasado al partido de Carles Puigdemont y va a encabezar un previsible Ejecutivo secesionista no es por el carisma arrollador de Pere Aragonés, -nótese la ironía-, sino porque el líder encarcelado de Esquerra ha manifestado ser coherente con sus ideales sacrificando por ellos hasta su propia integridad. Reconozco que tengo cierta admiración por la figura de Junqueras, me gusta. Y no porque sea catalán y haga cosas, como diría Rajoy, sino porque ha sido leal a sus convicciones. Integridad premiada por los catalanes, tanto por los independentistas como por los que quieren que Cataluña siga permaneciendo en España. De la misma forma que ciertos católicos envidian la integridad de los ateos a la hora de rechazar a un Dios en el que no creen, ojalá los constitucionalistas tuviéramos la misma fe en nuestro sistema como la que tienen los catalanistas en la independencia.  

La fe mueve montañas.          

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