Pisamos un terreno cada vez más resbaladizo. Me refiero a la realidad, que nos atrapa con su devenir no siempre deseable y nos lleva por donde quiere. Ya ven cómo estrenamos los “felices años ‘20” del presente siglo, con la pandemia mundial, que ha sido una especie de ángel exterminador, y sin solución de continuidad, cuando empezábamos a ver la luz al final del túnel, nos hemos visto sumidos de cabeza en la guerra ruso-ucraniana, cuyas consecuencias inciertas son de largo alcance. Veo posible que acabemos todos teniendo que darle al pedal de la bici para ir al trabajo, ante el racionamiento de combustible que ya se está produciendo en gasolineras de Centroeuropa, como está ocurriendo en Viena. Mientras esto ocurre, barbies rusas clónicas hacen cola en las tiendas de súper lujo para gastar el dinero que sus maridos sacan de las cajas fuertes de los bancos. Me cuenta esto mi enviada especial Cristina Echegoyen, una escritora como la copa de un pino, autora de un maravilloso libro titulado “Resurrecta”. No se lo pierdan, pues nos hacen falta distracciones sanas como la lectura para no caer en una depresión.
Como les decía, metidos como estamos en la guerra hasta las cejas, ya nadie se espanta por los escandalosos precios del combustible o la electricidad, que a la larga lo van a encarecer todo. Parece que, gracias a la contienda armada, el Gobierno tuviera patente de corso para no mover ni un puñetero dedo en pro de los afectados por el encarecimiento de los precios, que somos todos los ciudadanos de a pie. La guerra le ha dado la excusa perfecta, pero si acaba produciéndose una huelga del transporte, como se anuncia en las redes sociales, podemos acabar con una situación de grave desabastecimiento al cabo de pocos días. Otra vez a hacer acopio de papel higiénico, un déjà vu.
Alicante ha sido nombrado uno de los tres centros de España para la atención y acogida temporal de refugiados ucranianos. Nuestra provincia tiene la comunidad de ucranianos más grande de España, con más de 10.000 personas censadas, y por lógica es el lugar al que pueden llegar más refugiados en busca de apoyo de sus compatriotas. En principio vienen con carácter temporal, pero si la guerra se alarga y el país queda destrozado, o bien cae finalmente en manos rusas, será difícil que estas personas puedan regresar a su país de origen. Por otra parte, más de 700 familias se han ofrecido ya para ese acogimiento temporal, demostrando con ello una gran generosidad. Doy por hecho que recibir niños en casa es relativamente fácil, pero hemos visto personas de todas las edades huyendo de la guerra, incluso ancianos y discapacitados, y me pregunto si seremos capaces de acogerlos a todos ellos por igual. Les dejo un enlace a la Plataforma Alicantina por Ucrania (PAU), liderada por Manuel Desantes, por si fuera de su interés ofrecer su colaboración https://pau-alicante-ucrania.org/
Me preocupa, como ya he comentado, que tras la guerra pueda darse el caso de que algunos menores ucranianos no acompañados por adultos puedan caer, por las prisas de ubicarlos con familias españolas, en casas inadecuadas. Debería existir una mínima supervisión por parte de las administraciones públicas de que las familias de acogida cumplen unos mínimos, con una cierta celeridad, dado que la llegada de refugiados puede superar todas nuestras previsiones. En este sentido, lo primero que habría que hacer es determinar en qué administración ha de recaer esta tarea y no perdernos en la parálisis por el análisis.
Mi amigo Javier Muñoz, un buen observador de la realidad, me sugería que los bancos podrían tener un papel positivo en esta situación, dando un uso a los inmuebles que tienen acumulados para que puedan vivir en ellos familias ucranianas, con sometimiento a unas determinadas reglas y supervisión de asistentes sociales. Me parece una espléndida idea, por fin los bancos no solo poniendo el cazo cuando no les salen las cuentas para que les ayudemos entre todos y embolsándose a continuación los resultados positivos, maltratando a los clientes y poniendo unos sueldos astronómicos a sus gerifaltes, sino haciendo algo bueno por las personas… demasiado bonito para ser cierto. Lo dejo aquí apuntado porque hacen falta ideas para dar una salida más allá de lo urgente, para el caso de que, como les comento, se alargue la cosa y estas personas no puedan o no quieran regresar a su país. Adicionalmente, Nieves, mi madre, me decía que qué hay de los pueblos abandonados de la España vaciada. Podría buscarse una solución más definitiva en ellos para los refugiados a largo plazo. Ya ven que las sugerencias me van llegando para que se las retransmita.
Es cierto que nadie sabe cuántas personas van a venir, pues se decía inicialmente que de 10.000 a 15.000 a la provincia de Alicante, pero en estos días ya se han contado más 1.000. Las previsiones iniciales se pueden ver ampliamente superadas y hay que tratar de poner las miras un poco más allá, por si acaso. De todas formas, una crisis como esta puede significar también una oportunidad para nosotros.