Tras las noticias que corren sobre un incidente en el IES Carrús de Elche, me gustaría aportar mi experiencia. Porque yo, justo al contrario, tengo que agradecer al IES Carrús lo bien que acogieron a mi hija cuando ella lo pasó muy mal en otro sitio. Nadie como una madre sabe lo que sufren nuestros hijos cuando se enfrentan a conflictos que los superan, por virulencia, o por diferencia numérica o por simple indefensión y tengo que decir que el proceso de acogida por parte del equipo directivo, de los profesores y del alumnado fue de admirar.
Como madre y como docente lo digo: ojalá en todos los centros supiéramos acoger de esa manera a las personas que recibimos en nuestros centros. De cómo me enfrentaba al día a día cada vez que mi hija iba al instituto de antes y lo tranquila que estoy desde que está escolarizada en el IES CARRÚS hay una diferencia abismal. Y de eso solo puedo dar las gracias a los que componen esa comunidad educativa.
Es probable que en ese centro, como en otros, existan fallos, porque llegar a todo es, créanme, muy muy difícil. De todas maneras, esperar que se tengan ojos para vigilar lo que pasa fuera de los centros o en las RRSS es una esperanza vana, porque el profesorado no tiene tiempo ni potestad para actuar allí. Quizá las familias y los jóvenes deberíamos reflexionar sobre lo que se han convertido los grupos de Whatsapp y las redes sociales, una oda al matonismo más cobarde y cruel. Quizá tenemos que empezar por exigirnos responsabilidades a nosotros mismos, porque solo si todos asumimos nuestra responsabilidad, podremos hacer frente a este mundo nuevo que nos viene.